Capítulo 26: Nuevo comienzo

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La noticia del suicidio de Al fue conmocionante para todos. Todo el mundo se preguntaba la razón de su arrebato, la reacción de la banda o por qué Rex Tyler no había asistido a su funeral.

Los rumores desbordaban por donde quiera que se mirase. Todos especulaban los motivos que pudo haber tenido el famoso cantante Albert Rowell para darle fin a su vida, incluidos sus mejores amigos. La opciones eran variadas: Un corazón roto —lo cual era posible—, adicción a las drogas —también probable— o debido a algún trastorno psicológico —lo que estaba totalmente asegurado.

En aquellas circunstancias sólo se podía dar por hecho una cuestión: Soul Stone se había terminado. Hacía varios años que la banda se había convertido en la sombra de lo que había sido. Su auge había concluido hace mucho tiempo cuando su productor y pilar de apoyo, Scott, había entrado en el ejército. A pesar de todo, la muerte de su vocalista terminó por acabar con la banda por completo. Todos los miembros estaban sorprendidos, devastados.

Rex se sentía enormemente culpable al respecto.

—Fue mi culpa —me decía, con una expresión neutra en su rostro y la mirada perdida en algún punto—. Mis palabras en el funeral de mi hermano lo incitaron.

—No Rex, no debes pensar eso —refuté su afirmación con soltura—. Una persona no se suicida así como así, es un conjunto de cuestiones.

Rex negó con la cabeza y se frotó repetidamente los ojos con el dorso de las manos. Se veía cansado, con los ojos hinchados y las notables ojeras que se extendían bajo estos, como si no hubiera dormido en años.

—Lo peor es que, en el fondo... no me ha sorprendido —al decirlo, me miró sin temor a los ojos—. Siempre había sido una persona muy huraña y reservada. A su alrededor se extendía un aura oscura, no sé cómo explicarlo... Nunca dejó que lo ayudásemos, sólo a mi hermano, siempre fue él.

Una de las cosas que más me asombró fue la devoción de los fans por la banda, y el apoyo que le brindaron. Miles de personas se congregaron frente a la casa de Al en Los Ángeles, dejando flores y velas; las muchachas lloraban y los chicos mostraban caras largas y afligidas.

Para muchos había muerto su vocalista favorito, para otros su banda favorita.

De cualquier manera, Soul Stone no planeaba una resurrección por el momento.

Para sorpresa mía y de Rex, su padre intentó mantener el contacto él después del funeral, en donde habían logrado llegar a una reconciliación, no obstante, no todo fue tan sencillo, la relación entre ambos se mantuvo tensa al principio, pero luego de algunas largas charlas y un esencial viaje de pesca a Bakersfield, su relación mejoró notablemente.

La primera vez que hablé formalmente con Brad, su padre, fue cuando éste nos invitó a  cenar con él antes de que volviéramos a Nueva York. Lo cierto es que esperaba encontrarme con otra enorme mansión, debido a la situación económica de Brad, pero sin embargo me topé con una casa clásica, que si bien era amplia, tampoco derrochaba metros.

—Pasen, por favor —nos comunicó el padre de Rex, abriendo la puerta ante nosotros.

Brad escaneó a Rex con una mirada que no supe descifrar, era una mezcla de añoranza, alegría, anhelo y desconsuelo. Al contrario, Rex sólo le echó un rápido vistazo antes de amoldar su mano con la mía e inspirar de forma profunda.

Por dentro de la casa se podía apreciar una amigable combinación de madera y muebles de color verde que me agradó mucho. Para mí fue como entrar en un museo de fotografías de la vida de Rex; retratos de él de pequeño se extendían por todas las paredes, fotos en las que se lo podía ver con su hermano, con su padre y con su madre —una hermosa mujer de pelo corto, castaño y ondulado, como el de su hijo menor, ojos café y una sonrisa cálida—. Las fotos abarcaban todas las edades: desde un Rex bebé, niño y adolescente, hasta uno adulto, no obstante, no había fotos actuales.

La redención de los adictos ©Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt