Capítulo 25: Olvidarte

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Capítulo 25: Olvidarte

*Narrado por Martín Bordán*

Como era de esperarse, al abrir mis ojos, aquella mañana, me topé con la infinita soledad, envuelto en sábanas arrugadas y sin siquiera su perfume presente. Por más que mi tacto tocaba la huella invisible que su cuerpo había dejado, no podía palpar su presencia efímera.

Al cabo de quince minutos me recuperé. Respiré profundamente y me decidí por levantarme; aquello, si no me lo permitía, solo colaboraría a la desagradable sensación que me invadía.

Era desopilante contemplar aquellos hilos rojizos que desfilaban por mi torso desnudo, pues eran un vil recordatorio de sus manos recorriendo mi piel. Dolía, para qué negarlo, pero en ese momento no supe bien el porqué. Era como intentar respirar bajo el agua e ignorar el hecho de que tus pulmones se desborden de líquido.

Al encontrarme con mi familia atípica en el comedor privado del restaurante, noté como mis ojos reflejaban una tristeza absoluta y abatida. Mi madre fue la primera en fijarse de ello, y con una ironía inocente me preguntó si Alma demoraría en bajar a desayunar.

─Madre, ella no bajará.

─ ¿Por qué? ─preguntó mamá─ ¿Acaso se siente mal? Oh, tal vez solo está cansada... Sí, eso debe ser. Oye, tú, inútil─ se dirigió a mi hermano─. Llama a una de las muchachas de servicio para que le lleve el desayuno a mi querida nuera.

─ ¡¿Por qué me dices así?! ¡Yo también te di una nuera!

─Sí, y no la trajiste. ¡Tampoco a mi nieta! ¡Inútil!

─Ya, mamá. Alma no tiene nada. ─dije, sin ánimos, para calmar las aguas.

─... ¿Y entonces?

─Quiero estar solo por un momento.

Estoy más que seguro que el cuchicheo mañanero continuó por extenso rato a mis espaldas. Mientras yo, solo podía recordar los momentos que compartí con ella.

Mojaba los dedos de mis pies con el agua de la piscina a medida que pensaba que su frescura era tan vívida entre mis labios. Ese día, me lo pasé entero en melancolía, e incluso me aferré a su esencia impregnada en una remera mía y me vi como un puberto hormonal acurrucado en la cama con un recuerdo vago en la mente.

Con Alma había hecho todas las cosas mal, y no fue hasta ese momento que la culpa me pesó. Sí, le había mentido al respecto de no saber quién era ella, sin embargo, esa cuestión superó mis expectativas y me mostró un panorama demasiado amplio y confuso; en mi vida me hubiese imaginado que ella, en realidad, pertenecía a la familia Lamburchi. Pero las circunstancias eran mayores: Mi madre nunca me había amenazado con nada, tampoco me había solicitado una nuera con rapidez. Lamentablemente, por mi propia infortuna en el amor deseaba con profundidad asistir al evento en cuestión (cumpleaños de mi madre) con una hermosa dama. La razón, superar a aquella desgraciada que había pisoteado mi corazón y humillado mi persona. Vi a mi secretaria como una presa fácil; cabizbaja, torpe por naturaleza, tímida y demasiada bella para mi bien. Luego de presentarla a mi familia, me arrepentí de no haberla conquistado de forma tradicional y extravagante... pero ya era tarde.

[...]

Volver al trabajo tampoco me ayudó a dejar de pensarla. Cuando era joven, había leído que si amas a alguien/algo debes dejarlo ir, y si vuelve a ti, siempre fue tuyo; por eso, estaba convencido de dejarla con la esperanza de que me buscara. Pero su carta de renuncia sobre mi escritorio rompió todas mis expectativas de no bajar los brazos.

Me permití hundirme en mi desgracia por un momento. Sentado en mi oficina, con un vaso cuadrado en mi mano izquierda, rebasado en hielo y whisky caro, miraba con tristeza las letras impresas en el papel.

Él No es mi MaridoWhere stories live. Discover now