1. La chica que nadie conoce

Comincia dall'inizio
                                    

—La misma, cielo —respondo con un susurro seductor.

Lo más importante en este trabajo es fingir. En todos los sentidos que puedan otorgarse a esta palabra. Finge tu nombre, tu edad, tus gustos, cualquier dato que te pregunten, y si eres tan buena como lo soy yo, incluso el tono de tu voz.

—Soy Ernest, es decir, no, soy Matt —dice apresuradamente, al darse cuenta de que me ha dicho su nombre real— Matt, eso. Sí. Te llamé ayer.

Y antes de ayer, y antes de antes de ayer...

—Hola Matt... —modulo la voz para conseguir el matiz adecuado— Te recuerdo que esta llamada es completamente segura y confidencial. Puedes relajarte, tumbarte en algún sitio cómodo y decirme que te apetece probar hoy.

—No tengo mucho tiempo, mi mujer llega a las... —se corta en seco, de verdad que este tío es imbécil perdido, y para más inri, un infiel— Bueno, qué necesito que sea algo rápido. Ya sabes, ponme a cien como tú sabes.

Me meto los dedos en la boca y finjo una arcada en silencio, por suerte, en las llamadas no hay cámaras a no ser que paguen un extra considerable y que la chica acepte. En mi caso, no he aceptado ninguna de las veces.

Me pinto las uñas de los pies de un color diferente cada una, mientras finjo que me estoy excitando por solo el sonido de su voz.

—¿Duro? —pongo voz de supermandona sexi, mientras repaso el amarillo pastel del dedo meñique.

—¡Sí, nena! ¡Joder! ¡Ya me has puesto cachondo con esa voz que tienes! —escucho el sonido de la hebilla del cinturón chocar y la cremallera deslizarse hacia abajo— ¡Sigue así!

Es importante saber utilizar las palabras. No todos los hombres son iguales, ni tienen los mismos gustos. Lo primordial, es empezar poco a poco, hasta que la temperatura esté por las nubes, pero en casos puntuales, con clientes habituales, puedes saltarte ese paso e ir directa al grano.

—¡Desnúdate! —utilizo un tono de mandato, a algunos hombres les gusta que le digan que hacer, a Ernest, perdona, Matt... claro, se la pone dura que le ordene absolutamente todo— ¡Más rápido, no tengo todo el tiempo del mundo!

—Ya... ya estoy —se apresura a decir y escucho la ropa caer al suelo mientras me tapo los labios para que no se escuche el bostezo que acaba de salir de mi boca.

—Espero que ya estés de rodilla y a cuatro patas, de lo contrario, voy a tener que castigarte —finjo estar super furiosa, cuando en realidad, intento mover los pies en el aire para que se termine de secar el esmalte.

—Lo estoy —responde sumiso.

—Voy a tumbarme entre tus piernas, ábrelas bien, más, un poco más... —me meto en el rol caliente más sexi que consigo a las ocho de la mañana— ¡Oh, Dios! ¡Tengo tus pelotas en la cara! Te las estoy cogiendo con fuerza, rodeándolas con mis pequeños dedos suaves. Voy a chuparlas con la lengua...

—Sí... —gruñe.

De verdad, habrá que darle un premio a este tío por la imaginación que tiene, seguro que ya está a punto de correrse y aún no he dicho nada, solo porque por esa sucia cabeza está pasando la imagen de mi lengua rozando sus asquerosas pelotas. Que asco. Seguro que son del tamaño de unas canicas.

—¡Están deliciosas! ¡Me encantan! —empiezo a gemir, si quiero quitármelo cuanto antes, más me vale que se corra pronto, total, siempre paga para una hora, aunque no dure más de cinco minutos— ¡Madre mía, son enormes! —tengo que taparme la boca para no echarme a reír— Méteme la polla en la boca. ¡Ahora!

—Joder... me pones a mil.

—¡No puedo aguantar más, estoy cachondísima! —jadeo en alto, elevando la voz con cada frase, como si estuviera al borde del mejor orgasmo de toda mi vida— ¡Fóllame!

Seduce MeDove le storie prendono vita. Scoprilo ora