Miro con detenimiento su perfil, cada rasgo en su rostro y marca en su piel la convierte en una belleza, como a cada fémina que he tenido la dicha de conocer o ver. Siempre he dicho con fascinación que la capacidad que tienen de usar lo que tengan como herramienta sirve para elevar o destruir. Ellas deciden quien merece sus facetas, y no se detienen ante nada para lograr su cometido.

He creído toda la vida que, aquellos que quieren rebajar a una mujer lo hacen por el temor de ser sobrepasados por ellas. Lo han hecho antes y su estupidez les da para pensar que los van a aplastar. Aunque no estaría mal.

En todo el viaje se dedica a ponerme al tanto de los últimos acontecimientos. Ella es mi apoyo en tener una dirección fija entre los hombres que solo esperan una señal para moverse en el territorio del sujeto que nos espera.

El korol quiere mandar abajo a su competencia, como también quieren hacerlo con él. Solo que el tipo es más listo de lo que muchos esperan y de brazos cruzados no se quedó haciendo lo que nadie se atrevió nunca. Ponerse como carnada a él mismo y llegar hasta las últimas consecuencias para estar al frente de Otto Meyer.

Teniendo el cuenta que lo van a querer matar a como dé lugar, tenemos el tiempo contado y el que Cem Aslan haya aceptado una reunión las reduce.

Entre ellos dos va a caer uno, sobrepasando por mucho el ruso al alemán. Eso me conviene y por ello no apelo nada, proporcionando todo el apoyo a la mafia roja.

En cuanto aterrizamos, somos revisados tanto como el avión. Quieren saber si traemos la muerte a sus tierras, pero en esta ocasión no lo hacemos por eso. Nos trasladan en vehículos vigilados que en poco tiempo se detienen al frente de una villa.

La seguridad que el capo de la mafia turca ha puesto, deja ver que está preparado para lo que se venga. Quizá sabe más de lo que pensé.

No me extraña ver a una pequeña jugando con barro y rocas en el jardín, mientras la mayor, de unos diez o poco más años se lanza al agua.

__ Cuando me llamaron, creí que se trataba de una broma. - exclama el hombre de barba prominente y mirada gris verdoso, mientras baja los pocos escalones para detenerse frente a mí. - Un Rizzo en territorio turco. Eso es de asombrarse. Aunque no puedo describir si para bien o mal. Diría...extraño, ya que rara vez sales en esta dirección, a menos que sea para buscar gente para la mafia rusa.

Detalla a la mujer a mi lado.

__ ¿Vienen por eso?

__ No nos interesa nada de lo que tengas. Nos gusta la exclusividad y lo que posees también lo hacen cientos de clanes alrededor del mundo. Queremos lo que nadie más tenga y tus conexiones también las tenemos. - dejo claro.

__ Entonces ¿Porqué me buscas ahora? Porqué quien entro al territorio del otro fuiste tú, no yo.

__ No te hagas ilusiones, porque solo se trata de una advertencia. - aclara Ginebra. Sus ojos viajan a ella, la cual se me pone a la par.

__ ¿Una advertencia? ¿Vienes a mi casa a amenazarme? - se ríe con burla. - No me digas. ¿Tú, una mujer que ganó su puesto solo casarse y ser la esposa de alguien con poder? No me hagas reír.

__ El título lo obtuve de ese modo, pero no lo quise ni lo necesito para decirte que es mejor no tocarle los cojones a la gente, y menos a la que no trabaja contigo, porque el pulso nunca pesa. - contesta con voz clara y sin intenciones de dejarse rebajar.

__ No comiences algo que no podrás terminar. - me meto subiendo el cuero de mis guantes con nudillos descubiertos. - No queremos iniciar una guerra tú y yo, porque jamás he perdido una.

Impact (Libro 4 Dinastía Indestructible) Where stories live. Discover now