SCHESNIVÍ DUH-JÁ (fragmentos)

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- Mi Señora, es muy grato para mí que me tutee así.

- Tutéame también, Mi Señor. Necesito crear recuerdos hermosos.

Con todo el cuidado posible, se metió entre las sábanas, y haciéndose lo más pequeña que pudo, se apretó a él.

- Mentiras: adúlame cuanto quieras, Mi Señor. Quiero que tu rostro me guíe siempre hacia ti.

Quiero que tus palabras empalagosas no me dejen ir demasiado lejos, demasiado tiempo.

Así estuvieron otro rato. Cuando les dio hambre, acordaron que podrían esperar hasta medio día o más, y siguieron dedicados a amarse por unos momentos, y hablarse con frases cursis los otros, haciendo un esfuerzo tremendo en la tarea que se habían puesto de enamorarse y deberse por todo lo que les durara la vida...

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Siile ya no podía detenerse. El impuso, la fuerza, la ira. No se había dado cuenta de que ya no vestía la máscara.

La Ira de Therion. Pocas veces desde que dejó de ser una niña, Maia-Garnnid Átma había experimentado un sentimiento cómo el que tenía ahora. La Ira de Therion, en los ojos ahora marrones oscuros, de pupila muy dilatada, la Ira de Therion en el cabello larguísimo, negro, ondulando enredado y luchando con el viento, pues era tal la velocidad a la que Siile se desplazaba, que sus cabellos se movían en la atmósfera, ora la ocultaban, ora la dejaban ver. Un fantasma en su traje de lucha, casi blanco.

No había podido descifrar sus movimientos. Ni una sola vez. Esa era la Bué-Schá que había derrotado a Moerkepust, la Bué-Schá que había doblegado a la facción de Baak-Atá a los pies de Jooup-No Karma y, prácticamente, había conquistado todo el territorio por sí misma. La Bué-Schá que empezó a formarse ya muy vieja.

La Taardukiana, que no debía ni podía entrenarse.

La Bué-Schá que pensó que se había debilitado, debatiéndose entre el luto y la Ira por su esposo muerto, el Chaos-Tiere, y el amor renacido con fuerza, y contenido por el rencor y la misma Ira, en la persona que más debiera odiar, Revenant Sonh.

Su Schi-Nyá.

Su hija.

Su creación.

La Wildchild, acreedora al terrible Juicio por esa razón.

Tan buena, que ahora atacaba enceguecida por la Ira de Therion. Tan hábil, que se había desecho de su máscara sin la invocación. Tan mortal, que ya la había derrotado antes de disponer de toda su fuerza.

La Nueva Gatá-Fuschá.

Átma se sintió desvalida. No podía fijar sus pies en tierra para ganar apoyo, no podía repeler el ataque. Trató de hacerlo, pero no pudo girar su cuerpo en el aire. Estaba impedida. Lesionada hasta la incapacidad. Se abandonó a lo que venía. Ni siquiera la tristeza de ser asesinada por ésta, que era cómo su hija, pudo sentirla, porque desde hacía muchos, muchos años, Maia-Garnnid Átma no se sentía como en este momento.

El dolor de las lesiones era tremendo, pero la certeza de saberse muerta pesaba más. Volteó la cabeza, y con los azulísimos ojos anegados en lágrimas, miró a la rubia Tamáshi. Y Áisuru también sintió el escalofrío de la certeza recorrer su columna vertebral, cuando esos ojos le dijeron que el ánimo de Átma se inundaba con la más terrible de las sensaciones. La impotencia.

Pero no era impotencia por saberse superada en habilidades, eso ya estaba claro.

Era el miedo.

Átma estaba inundada por él, y Tamáshi lo leía en los ojos de su hermana. Pero el miedo estaba en Maia-Garnnid, no en ella. Así que, rápida y decidida, enrolló uno de sus rubios mechones entre sus dedos, y su voz gutural, baja, profunda y poderosa, rugió un tremendo "Irrham" que resonó en todo el valle.

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⏰ Última atualização: Jan 29 ⏰

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