Capítulo 1 | "Pañuelo"

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El inicio de la primavera, la mejor temporada para un jardinero y su familia. Las flores reaparecían a saludarnos con hermosura, el clima volvía a ser un poco más cálido y regresaban todos al pueblo después de unas largas vacaciones de invierno en el campo. Lo mejor de esta estación del año era ver a mi padre contento porque volvíamos a tener mucho trabajo. Legardening (una mezcla del apellido "Leblanc" y "jardinería" en inglés) contaba con muchos, muchos clientes de todo tipo; nobles, burgueses, y pueblerinos. Nos iba bien, no les voy a mentir, pero no lo suficiente para ser de los grandes. Y, ¿Saben qué? Estábamos perfectamente bien con eso. Vivíamos cómodamente, sin tener que guardar apariencias o seguir las absurdas reglas que la sociedad dictaba.

Mi padre, Desmond, era un hombre honrado, trabajador, gracioso y amable. Mi madre, Erika, era la mujer más hermosa y dulce que había conocido. Tenía un largo cabello castaño y brillantes ojos miel. Para mí ellos contaban con mejores cualidades que cualquier "caballero" o "dama" de clase alta. Yo era su único hijo, el inteligente, galante y esforzado Derrick, al menos eso decía mamá. A pesar de eso, nunca estuve solo, tenía la compañía de mis padres en casa y, además, crecí teniendo bastantes amigos, y amigas, por supuesto.

—Derrick, apúrate, ya empiezan a llegar las personas al pueblo. –mi padre estaba agarrando su maletín y su sombrero para salir a recibir a las familias que retornaban. Decía que "debíamos hacer acto de presencia" para que supieran que estábamos disponibles para esta temporada.

—Cariño, deja que termine su desayuno. –le dijo mamá mientras le arreglaba la corbata con una sonrisa divertida.

—¡Listo! –dije, levantándome de la mesa y llevando mi plato con rapidez a la cocina. Era un día muy importante para el negocio, así que no podíamos perder el tiempo. – ¿Nos vamos? –pregunté cuando estuve de regreso, plantando una beso en la mejilla de la castaña y luego saliendo de la casa, dejando a mi padre detrás.

—¡Suerte! –mi madre gritó desde la puerta mientras nos alejábamos. Nuestro hogar se encontraba en un punto céntrico del pueblo, así que podíamos ir prácticamente a todas partes a pie, excepto cuando íbamos a trabajar y necesitábamos todos nuestros materiales.

—Hijo, presiento que este año será excelente. –dijo papá entusiasmado, lo miré alzando una ceja y reí por lo bajo.

—Yo igual, papá. Yo igual. –contesté con una sonrisa ladina. Saludamos a varias personas mientras caminábamos y esperaba a papá cuando él se detenía a hacer algún contrato a brindar nuestros servicios. El pueblo estaba feliz con la llegada de todos y con la preparación del festival de primavera. Por cada estación que arribaba, se celebraba un festival diferente y eso me encantaba. Había fiesta y música por todos lados, bebía y fumaba con mis amigos y me divertía.

Luego de un rato nos detuvimos a la vera del camino principal, por donde debían pasar los carruajes de todo el que entrara al pueblo. Era el lugar perfecto para tener visibilidad. El conde, el visconde, las princesas, los príncipes y los comerciantes, todos regresaban de sus magníficas viviendas en el campo. Me preguntaba cómo pasaban el tiempo realmente allá, ¿Tomando té y leyendo libros? Qué envidia.

—¡Mi pañuelo! –aquel grito femenino me sacó de mis pensamientos y me apresuré a recoger el trapo rosa, ahora un poco polvoriento, al ver que cayó justo frente a mis pies. Una muy, muy hermosa señorita acercarse a mí fue lo que vi cuando levanté la mirada.

—¡Susan, es solo un pañuelo! –gritó una de sus hermanas desde el carruaje que se había detenido a pocos metros por ella.

—¡Es mi favorito! –exclamó ella de vuelta cuando por fin me alcanzó. Debo admitir que me quedé embobado cuando la tuve en frente y me miró con esos ojos tan vivos y a la vez inocentes. ¡Wow! La reconocía, era una de las hijas del duque.

TAN SOLO UNA VIDAWhere stories live. Discover now