♭Capítulo cuatro.

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—¡Perfecto! La semilla está plantada

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—¡Perfecto! La semilla está plantada.— exclamó Quackity victorioso con una mano en la cintura.

—El boiler se va a cagar cuando vea esa mamada. — mencionó Aldo, llamando a su amigo por el típico apodo con el que lo molestaba.

Mariana rió levemente —¿Cómo le dirías al Roier de hace unos meses que estaría en esta situación, mien? Yo creo que explota del puto coraje. — habló entre carcajadas con su amigo.

—Los estoy escuchando, cabrones. — Los contrarios saltaron por la sorpresa del castaño.

Se encontraban en el grande hogar que compartía la banda. A decir verdad, era un fuerte candidato a la casa más caótica del vecindario; no se esforzaban por combinar las decoraciones de una manera que haga sentido para los tres, así que todo parecía una extraña mezcla de distintos elementos cruzados entre sí sin ningún tipo de coherencia.

—¡Roier! Justo el wey que quería ver — saludó alegre el híbrido de pato —. Escucha, sé que es un poco repentino pero Spreen dará un concierto hoy por la noche en Isla Quesadilla y tienes que ir en señal de apoyo.

—¡¿Qué?!

—Tenemos el vuelo apartado para antes de las 3, será mejor que empaques en chinga.

—¡¿Qué verga?! No pienso ir hasta allá por ese pendejo. — dijo Roier con una voz fuerte y concisa.

—No es una pregunta, Roier. — afirmó con seguridad mientras su mirada se mantenía fija en el más alto.

Aldo y Mariana se miraron el uno al otro de forma tensa, incapaces de romper el silencio que se había formado en la habitación, no sabían si intervenir sería el siguiente movimiento correcto para hacer.

—No quiero pelear más contigo, Roier. Sabes que eres mi amigo — admitió Quackity después de un suspiro apenado —. No puedo acompañarte, tengo que atender unos asuntos con Tina, pero seguramente Luzu querrá ir contigo. Solo será una noche.

Roier no levantó la mirada derrotada del piso. En cambio, solo giró sus pies y se retiró a su habitación.

—No es justo, mien. El Roier ya hasta de viajes se va y nosotros atrapados en esta casa sin nada que hacer. — dijo Mariana con cierta gracia en su tono de voz.

—Ah, pinches huevones.

En el piso de arriba, el oji café marcaba números en su teléfono mientras depositaba algunas pertenencias en una pequeña maleta suya. Lo único que quería era despejar su mente por un momento, hablar con alguien que lograra verlo como una persona con sentimientos y no un robot esperando sus órdenes; necesitaba a su hermana.

—¿Hola? — contestó una castaña al otro lado de la línea.

—Jaiden.

—¡Ro! — El chico notó un cambio en su entonación —. Justo estaba por llamarte, ¿Qué sucede?

do I wanna know? [spiderbear] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora