♭ Capítulo uno.

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Reposó la planta de su pie sobre el piso del escenario mientras las percusiones le daban la bienvenida. Por unos instantes las luces blancas que lo iluminaban aturdieron sus ojos casi tanto como los gritos eufóricos del auditorio a sus oídos. La guitarra se había vuelto liviana en cuanto sus manos desgastadas se posaron sobre las cuerdas de esta y tocó la misma primera nota que el día anterior en cuanto su 'in-ear' le indicó. De repente la sigilosa voz del vocalista le había dado vida a la escena.

Era una de las tantas noches del tour internacional del que formaba parte. El resto de la vida montónona de Spreen parecía desaparecer en cuanto formulaba la tonada adecuada en conjunto con sus compañeros.

— ¡Buenas noches, Karmaland! — recibió Robleis, el vocalista. Dejó salir una exhalación similar a una risa cuando solo obtuvo gritos inteligibles como respuesta — ¡Nosotros somos SCR, es un gusto tocar para ustedes! — finalizó con un guiño que alteró aún más al público.

Spreen sabía que las admiradoras dejaban las partes más honestas de sus corazones en una noche donde su música era la protagonista, a veces le costaba creer que toda su experiencia fuera real pero, muy en el fondo, él sabía que había nacido para tocar.

La velada transcurría con normalidad, la euforia inundaba el auditorio nacional y cada vez era más fácil para el híbrido de oso soltarse y moverse al ritmo de su propia guitarra. Era como si fuese otra persona sobre el escenario, brincaba, bailaba y carcajeaba sin vergüenza alguna, un total opuesto a la personalidad un tanto seria que acostumbraba llevar consigo.

En cierto punto del concierto había llegado su momento favorito; una pequeña dinámica en donde los integrantes de la banda se dan la oportunidad de interactuar con la multitud de gente que los observaban.

— Saben, es alto gusto para nosotros tocar en una ciudad tan piola como Karmaland — La audiencia agitaba sus pancartas y luces con alegría ante la mención de su ciudad —. Más que nada por que es la ciudad natal de nuestro amado guitarrista... ¡Spreen! — presentó mientras el mencionado saludaba con la mano.

El pelinegro esperó que le cedieran un micrófono antes de empezar a hablar

— ¿Qué onda, capos? — rió como respuesta a los gritos eúforicos de la gente que lo observaba — No, pará, en serio, un gustazo regresar a karmaland por un fin de semana por lo menos. Mi padre aún vive aquí, como algunos sabrán.

— Eu — habló de repente el baterista, Carrera —, más te vale alejar a tu viejo de la población, ¿eh? capaz uno que otro lo voltea a mirar y mi carne es débil.

—Imposible, amigo. Ya tengo un puto en mi vida, Rob, otro más no necesito. —comentó el híbrido entre risas con sus compañeros.

Juntos dieron la introducción a la siguiente mitad de su espectáculo y el resto de la noche transcurrió con normalidad hasta la despedida acompañada de la canción más alborotada de todas en su repertorio.

Por supuesto, recibir las reseñas de su manager y después comer y beber algo con sus amigos era su tipo de comodidad después de dar un concierto, pero en los oídos de Spreen aún retumbaban los gritos contentos, las yemas de sus dedos aún adían por encontrarse una y otra vez con su instrumento favorito, y en su mente, todavía quería escuchar las melodías que lo habían devuelto a la vida.

Spreen había nacido para tocar.

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A la mañana siguiente, recién despertado, Spreen entró a la cocina del penthouse dónde él y el resto de la banda había decidido hospedarse en la ciudad. Su cabeza dolía y palpitaba a más no poder por lo que se dirigió directo a tomarse una aspirina y tratarse.

do I wanna know? [spiderbear] Where stories live. Discover now