Después de unos segundos, el chico deja caer su cuerpo y sus brazos a los costados, rindiéndose ante mí. Lo sostengo mientras sigo bebiendo la poca sangre viva que le queda, y antes de que muera, separo mi boca de su cuello para luego arrojarlo a un costado de la calle. Lo miro con el ceño fruncido y suspiro relamiéndome la sangre que quedó en mis labios.

-Aún tengo hambre.- me quejo en voz alta, tratando de olfatear otro humano que esté por la zona.

-¿Qué haces Miguel?- pregunta una voz conocida a mis espaldas. Giro sobre mis talones y observo como Cassandra me observa con el ceño fruncido y con los brazos cruzados. Claramente está enfadada. Sonrío revoleando los ojos y me acerco a ella.

-Comer, tenía hambre. ¿Gustas comer conmigo?- le pregunto haciendo una reverencia ante ella sin dejar de sonreír de manera burlona. Ella suspira enojada y me levanta del mentón hacia su rostro con dureza. Aunque yo soy más alto que Cassandra, ella es muy fuerte.

-Así jamás nos iremos de aquí.- me regaña soltándole bruscamente. Río sarcásticamente y acaricio sus finas alas negras distraídamente.

-No me quiero ir... el mundo humano es divertido.- confieso sonriéndole. Ella aparta mis manos de sus alas frunciendo el ceño y se gira, al parecer más molesta que antes.

-¿Te gusta aquí? ¿Te gusta tener que matar todo el tiempo a estas inocentes y asquerosas criaturas para sobrevivir?

-Oh vamos Cass... no te hagas la buena ahora, tu también fuiste desterrada.

-¡Por tu culpa! ¡Jamás debí acompañarte en tu travesura caprichosa!- grita, mirándome con sus extraños y oscurecidos ojos violetas. Borro mi sonrisa y le agarro bruscamente el brazo, girándola para que quede frente a mí. Puedo notar como se asusta un momento, pero luego comienza a forcejear para soltarse, cosa que logra sólo porque yo se lo permito.

-No me hagas enfadar, Cassandra, te dije que aún tengo hambre y créeme que no me importaría beber tu asquerosa sangre de ser necesario.- amenazo, mirándola con fijeza para demostrarle mi clara superioridad.

-Haz lo que quieras Miguel, pero así jamás saldrás de aquí, de este mundo que no es el nuestro, deberías parar ahora que aún tienes tiempo.- me explica sobando su brazo lastimado.

-¿Para qué? Claramente lo que nos han mandado a buscar aquí no existe, tú misma lo dijiste. Así que prefiero divertirme un rato. Si me disculpas... mi cena me espera en la siguiente esquina.- le digo luego de olfatear a un nuevo humano. Abro mis alas y, sin dejar que me conteste, las agito con fuerza hacia abajo, elevándome entre la lluvia predominante con velocidad.

Comienzo a volar con estabilidad, dejando atrás a Cassandra y mirando a mi alrededor en busca de esa solitaria presa que logré olfatear hace unos instantes.

Dejo de mirar la ciudad de Londres y poso mis ojos al frente, encontrándome de repente con varios pájaros oscuros que comienzan a dañarme el rostro sin motivo aparente. Me detengo, y sin dejar de agitar mis alas en el aire golpeo a uno de esos extraños pájaros para sacármelo de la cara, agarrándolo antes de que caiga.

Pero luego de analizarlo detenidamente, arqueo una ceja al darme cuenta de que no es un pájaro.

-Maldito demonio. ¿Quién te envió a molestarme?- le gruño ignorando a los otros demonios que siguen rasguñándome el rostro y el cabello.

-¿Y a ti quién te parece, angelito?- su voz chillona e infantil me molesta demasiado.- Oh... lo había olvidado... ya no eres uno, solo eres un caído.- sigue burlándose, sonriendo y convirtiéndose a su verdadera forma, un demonio con una pequeña forma humana, exceptuando sus desnudas alas de murciélago. Asquerosos bichos.

El Brillo de la Oscuridad (Rubelangel)जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें