2- Juguete

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-Al fin...- musito sonriendo complacido por divisar finalmente a mi próxima víctima. Decido esconder mis alas para darle una sorpresa y salgo de mi escondite, caminando lentamente detrás del chico pelirrojo que parece muy entretenido silbando en la oscuridad bajo la lluvia.

-No te enseñaron a no caminar solo por las calles, niño.- le digo al oído, colocando una de mis manos en su hombro. El chico pega un brinco y se gira asustado con la mano en el pecho.

-Dios, me has asustado, hermano.- admite sonriendo. Parece no tenerme miedo, está aliviado, pero me propongo a arreglar aquello rápidamente.

Frunzo el ceño, y sin esperar más extiendo mis alas antes escondidas, estirándolas lo más posible que se me permite a mis costados. Veo cómo el muchacho borra su sonrisa inmediatamente y abre los ojos de par en par, observando mis numerosas plumas negras.

-¿Q-Qué...?- antes de que termine de hablar clavo mis filosas garras en sus brazos, haciendo que grite asustado.

Sonrío.

Esto es lo que quería, verlo temblar.

El chico trata de escapar de mi fuerte agarre, pero le es imposible. No podrá huir fácilmente. Sin dejar de sonreír, me acerco a él y coloco mis labios cerca de su cuello tenso, relamiendo luego en silencio mis afilados colmillos crecientes por el hambre. Pero no puedo evitarlo, ya que el aroma delicioso que desprende su sangre inquieta bajo la piel es demasiado notorio.

-¿Tienes miedo?- murmuro, haciendo que él tiemble de puro terror. Observo cómo comienza a llorar como un niño, asintiendo con la cabeza eufóricamente. Sonrío una vez más y deslizo la yema de mi dedo sobre la visible y azulada vena de su cuello palpitante.

-Po... P-Por favor...- tartamudea llorando más fuerte.

-Shh... shh...- lo callo acariciando su cabello rojo con una de mis manos.- Me gusta el color de tu pelo, chico... es el color de la sangre... mi alimento favorito.- explico, mirándole a los ojos sin dejar de acariciarlo.

El chico me mira horrorizado y comienza a gritar desesperado, pidiendo ayuda a nadie en particular. Lo dejo que grite un rato... de todas maneras, antes pude percibir fácilmente que no hay nadie a nuestro alrededor. No muchos se atreven a salir por las noches sabiendo de los extraños asesinatos y desapariciones que suceden misteriosamente sin un responsable.

Cuando me canso de sus patéticas súplicas agarro su rostro con una de mis manos, apretando sus mejillas entre mis dedos fuertemente y obligándolo a mirarme. Grabo su rostro en mi memoria, sus ojos irritados de tanto llorar, su nariz mojada, sus mejillas pálidas por el miedo, sus labios entreabiertos que emiten pequeños quejidos de dolor. Me encanta. Me encantan los rostros aterrados de mi comida, amo verlos sufrir ante mis garras y amo verlos temblar ante mi presencia antes de realizar la mordida final, me hace sentir poderoso, excitado me atrevería a decir. Realmente vivo. Sonrío, mostrando mi sedienta hilera de dientes afilados listos para devorar, y entonces veo cómo el chico empieza a forcejear más fuerte en un último intento desesperado por correr lejos de mí.

-¿E-Eres un... un vampiro?- pregunta temblando y viendo con temor mi boca. Río por la inocencia del chico y giro su rostro hacia un lado, dejando su atractivo cuello expuesto frente a mí.

-Mucho mejor...- le digo olfateando sutilmente su piel joven.- ...soy un ángel negro.- sonrío, y sin perder un segundo más muerdo al chico en el cuello, bebiendo su exquisita sangre con fuerza y rapidez sin siquiera dejarle tiempo de respirar una última vez.

El pelirrojo comienza a golpear mi espalda, cerrando sus ojos fuertemente y chillando ahogadamente con dolor. Simplemente lo ignoro, y sigo succionando su piel entre mis dientes, bebiendo el sabroso líquido rojo que sacia mi garganta necesitada. El muchacho sigue golpeándome con mucha fuerza, con esa fuerza final que los humanos suelen usar cuando en verdad están perdiendo la vida, pero aquella fuerza no es suficiente como para apartarme. Nunca lo es.

El Brillo de la Oscuridad (Rubelangel)Where stories live. Discover now