11.- Sutilezas:

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— ¿Si?―giro lentamente.

—Deseo la pronta recuperación de tu padre.

Joel se queda a su lado, él me da un asentimiento pero no dice más.

—Sabe que no es verdad—digo sin detenerme a pensar.

—Una elección de palabras muy interesante. Si el hijo de un tirano sabe de alguien que desea la muerte del mismo, hará lo posible por detener al enemigo ¿No lo crees? Los vínculos de sangre son más fuertes que los ideales.

—Lo creo. Pero ser hijo de un tirano no me convierte en uno. Buenas noches, ministro.

Camino por el pasillo, sintiendo mi corazón acelerarse por el pequeño encuentro, ellos no me llaman. No sé cómo han tomado mis palabras o la falta de estas. Sé lo que un pequeño acto de rebeldía puede hacerle a las personas. Greta es un recordatorio constante de ello. También comprendo lo que ellos quieren hacer. La mayor parte de los ministros saben que la muerte de mi padre se aproxima, ya que su enfermedad no tiene cura, tal vez en el viejo mundo la tenía, quien sabe, pero ahora no. Y si él muere, la persona que sigue a gobernar soy yo. Está claro que todos quieren tener de su lado al futuro gobernante de la ciudadela. No comprenden que si el poder llega a mí, declararé la paz, simple y sencillamente. No puede ser tan complicado ¿O sí?

Avanzo lentamente por el pasillo, ya no hay sonidos alrededor, quiero dirigirme a mi habitación a dormir, pero debo cenar con Lucy, se lo debo. Aún falta algo de tiempo para la cena. He planeado este día durante mucho tiempo, no puedo acobardarme.

Escucho pasos y antes de que la persona pase a mi lado, giro.

—Joven Rosendelf— llama la mayor.

Inclino la cabeza a modo de saludo y reconocimiento, pero no obtiene más de mí. ¿A ella se referían Joel y Evelyn? Estoy casi seguro de que fue Khoury quien planeó el ataque a la colonia, pero ella se encontraba en el palacio. Sin levantar sospechas de los demás ministros, una jugada inteligente.

— ¿A dónde se dirige?

Frunzo el ceño ante su pregunta.

—Es mi casa, y puedo dirigirme a donde me plazca.

—Una respuesta agresiva para una simple pregunta.

—No creo que lo que venga se usted sea solo simple. Con permiso, mayor, tengo cosas importantes que hacer.

— ¿Cómo caminar por el pasillo? ¿O escuchar conversaciones ajenas?

—No sé a qué se refiere—protesto. No puedo dejar que note mi nerviosismo.

Cuando era más joven, trataba de ver a la mayor como una pieza de ajedrez, ella era parte del juego, pero solo ahora me doy cuenta de que ella no es una pieza, es el otro jugador.

—A mí me parece que sí.

—No se equivoque, Khoury. En la ciudadela existe una cadena de mando. Podría, incluso, denunciarla por las amenazas implícitas en sus palabras. Más lo dejaré pasar por esta ocasión.

—No, lo que tú no has entendido es que el sistema en el que crees que vives no existe. Tengo ojos por todas partes, Ike.

Suelto una ligera risa y me giro para seguir por el pasillo.

— ¿No le parece una completa ironía decir que tiene ojos es todas partes? Y no se ha ganado el derecho de llamarme por mi nombre. Respete la cadena de mando. Puede que afuera usted sea la temida y respetada militar, pero dentro de la ciudadela es mi familia la que toma las decisiones. Buenas noches.

Ella no contesta, puedo escuchar sus pasos alejarse

No puedo romperme justo ahora. Parece que gano enemigos por todas partes.

Veo los cuadros en las paredes, escucho cada eco provocado por mis zapatos, el silencio en el palacio siempre es abrumador, excepto cuando Lucy está cerca. Llego a la puerta de la recamara de mi padre y llamo un par de veces.

Tomo un par de respiraciones antes de que André venga a abrir, él pasa casi todo el tiempo con mi padre, atendiendo todas sus necesidades. Necesito prepararme para el siguiente paso, no cabe la cobardía en este día. La puerta se abre y el mayordomo me deja pasar, André mira al suelo, su viejo cuerpo tiembla cuando empuja la puerta y la cierra con llave a mi espalda.

Echo un vistazo a la habitación, han cambiado cosas en ella. Ya no está la gran recamara de madera tallada, la mayor parte de sus cosas han sido sustituidas por mobiliario de hospital. Máquinas de oxígeno, medicinas, una camilla que sigue los movimientos de mi padre.

— ¿Ike?− pregunta con voz ronca.

—Soy yo, señor—respondo y me acerco a la camilla, sentándome en el sofá de al lado.

No hago esfuerzos por tocarlo ni por acercarme. Esas cosas quedaron prohibidas desde que me golpeó la primera vez, desde que murió mi madre y negó a Lucy, cuando mandó matar a Greta.

No ha sido un padre, ha sido un tirano, incluso con su familia.

— ¿Qué haces aquí?― su voz suena forzada a través de la máscara de oxígeno.

André está de pie al final de la camilla. Acomodando la sabana sobre los pies de mi padre.

—Quería saber cómo estabas.

Su risa estrangulada hace que me recorra un escalofrió.

— ¿Me estás diciendo que estas preocupado? ¡No te creo!― una tos lo interrumpe―. Eres tan buen mentiroso... aunque también eres un cobarde. Eso has sido toda tu vida. En cuanto esté mejor cambiaré las cosas, daré la orden para que Khoury gobierne en tu lugar. Ve el lado positivo, tendrás la vida mediocre que siempre quisiste.

Me dice mentiroso como si fuera un cumplido. Me llama cobarde y ni siquiera me conoce. No sabe nada de lo que tengo planeado y me alegra que aún no haya dado la orden que me exime de la responsabilidad de mi puesto. No es algo a lo que quiero renunciar, no todavía.

Su piel se torna más pálida cuando hace un esfuerzo por levantarse, la camilla sigue sus movimientos, él me da una mirada en la que dice esta avergonzado de mí.

—Tú y esa bestia, esa abominación que mató a tu madre...

—No hables así de Lucy—digo un poco más alto de lo que debería.

— ¿Me retas? ¿Me ordenas? No eres más que una rata cobarde, no puedo creer que seas mi hijo...

Me inclino sobre él y quito el oxígeno de su boca y nariz.

—No te preocupes, padre. Pronto ya no tendrás que soportarme, no tendrás que saber más de mí, ni de la pequeña bestia, como la llamas.

— ¿Qué haces?― por primera vez veo pánico en sus ojos, y es provocado por mí.

—Hago lo que me enseñaste. Tú lo dijiste, me entrenaste bien. Soy un buen mentiroso, sin embargo, te equivocabas... no soy un cobarde. Simplemente esperé el tiempo necesario para actuar. Tú fuiste quien me enseñó que la vida es un juego de ajedrez. Todos somos piezas e incluso en un buen juego el rey también está expuesto. Nunca fuiste un jugador principal, siempre fuiste un simple peón.

— ¿Vas a matarme?

—No— respondo con calma—. Yo lloraré tu muerte. Asumiré el mando de la ciudadela. Yo no voy a matarte, después de todo, estás enfermo. Las personas mueren todos los días.

No responde y es cuando me doy cuenta de que André ha puesto la inyección sobre su brazo derecho. La sustancia viajando en su sistema y haciéndolo dormir. Los ojos de mi padre quedan abiertos, mirándome. Lo he hecho, he dado el primer paso en mis planes.

André me entrega las pruebas, la jeringa, el frasco donde se encontraba la sustancia... según el mayordomo, no aparecerá rastro de ella en su sangre. Lo entrega y me desharé de ellos después.

Asiento en su dirección en señal de gratitud. Por la mañana, André dará la alarma, anunciando que mi padre murió mientras dormía.

Me inclino para cerrar los ojos de mi padre, es lo único que puedo hacer, después de todo, era el hombre que me convirtió en lo que soy ahora.

—Jaque Mate—susurro mientras me incorporo y dirijo a la salida.

Mente Maestra la sagaOnde as histórias ganham vida. Descobre agora