SIILE (fragmentos, parte 1)

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Una Historia de TOU MEGA-THIRION
Por ©Helmut Melo-Quiroga / Hecha la Reserva de los Derechos de Autor.

ADVERTENCIA: SPOILERS A LO PENDEJO. Ya saben que no estoy publicando "Tou Mega-Thiríon" en orden, ni siquiera, completa. Así que es evidente la inconsistencia en la continuidad. Ustedes son fuertes y guapos, ahí les dejo.


Los últimos días, Naiva Ilo empezaba a enloquecer, tratando de compaginar las diferentes actitudes de su Señora, según Toud estuviera presente o no. La inminente llegada de Siile los tenía en una feliz expectativa a los dos Chaos-Tiere, pero, si estaban juntos, Jooup no podía expresar en su rostro la alegría. De hecho, Ilo la sentía melancólica, abstraída, con una amargura sempiterna que empezaba a hacerse vieja y familiar. Pero cuando Toud no estaba con ella, entonces hablaba, sonreía, sus ojos se elevaban buscando una imagen para los relatos que contaba. Era evidente que años antes, durante su niñez, su Señora Jooup y éste Siile habían intimado bastante, que habían hecho una amistad grande y ella esperaba el regreso del Therion para poder dar inicio a los planes que, junto a Toud, tenían para el futuro.

En cambio, Toud lucía muy trastornado, y su actitud expectante ya le empezaba a dar ideas a Naiva Ilo, ideas que simplemente no podía hacer concordar con el proto-macho matarife de Opffar. Mientras Jooup hablaba con cariño y añoranza de sus recuerdos con Siile, Toud hablaba con vehemencia, pasión y casi, como si se encontrara obnubilado con sus memorias del Therion.

Pero Naiva Ilo, al llegar a esa parte de su raciocinio, prefería pasar a pensar en otras cosas.Ilo se distraía entonces de su misión en la torre alta de la empalizada, así que trató de más bien, concentrarse en el camino, justo en la línea del horizonte, invisible para los Chaos-Tiere y en general para cualquier híbrido, pero no para los Corneille.

A instancia suya, Jooup había hecho instalar tótems de marcación, coronados con una tétrada de cabezas femeninas que representaban a las Chaos-Tiere, todas muy parecidas a la misma Jooup, posadas sobre otro grupo de cuatro cabezas también femeninas pero con una expresión feroz, que tenían pómulos salvajemente marcados y fruncidos los seños, en un gesto que más que enojo demostraba ira y las bocas de dientes descubiertos y apretados parecían a punto de rugir con unos colmillos exageradamente grandes, evidentes y marcados. Naiva pensó que, si así de feroces podían verse las mujeres Therion, estar en presencia de un Bué-Schá, cómo el mítico Siile, debía ser una experiencia sobrecogedora.

Bajo las cabezas de las primeras mujeres, había otros rostros de Híbridas. Como atención a Ilo, Jooup había hecho tallar rostros Corneille justo debajo de las cabezas Therion. Para Ilo había sido una experiencia excelente, trabajando junto a Bo-Schick, el maestro generalista que sólo trabajaba para Jooup. Tal era la reverencia que la gente de la facción sentía por su Señora, quién para esa época ya era considerada líder, aún por encima de Opffar.

Bo-Schick también era muy joven y algo cascarrabias, pero había sabido interpretar las descripciones de Naiva, quien a cada una de las caras les había sabido dar el aspecto de parecido a las mujeres de su familia, su abuela, su madre y sus dos hermanas, ya desaparecidas tristemente, a manos de la facción que ahora él mismo había jurado defender.

El mundo, la vida, eran cosas complicadas.

Pero a pesar de todo, servir a Joffnung Litch no era una carga. Su Señora sabía hacerse querer de los más cercanos, y adorar y obedecer por los demás. Cada vez, era más evidente que la facción entera se moría de comer ansias a la espera de verla en púrpura, para llamarla directamente "Karma".

Bajo las cabezas Corneille habían distribuido rostros de mujeres de las tribus restantes, Loup, Ragni y Bugaloo.

Naiva Ilo trató de aguzar su mirada. Entonces, entre las líneas del horizonte, al fin pudo ver la silueta que caminaba a contraluz. La comparó con el tótem de marcado y dedujo que el caminante alcanzaba, por lo menos, los seis pies y medio de altura. Nunca en su vida le había visto, pero tanto había oído hablar del mítico Bué-Schá, que se sentía seguro para anunciarlo.

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