XXXV

4.6K 492 29
                                    

La novena luna del quinto mes se había hecho presente.

Aeysant estaba con su mano apoyada en una silla, respirando agitadamente agarrándose el vientre con su otra mano libre, intentando no despertar a Aemond.

Gimió presa del dolor, su vientre dolía como sí hubiesen desvainado una espada y la hubiesen clavado en ella.

—¿Esposa?

—¿Umh?

—¿Qué sucede? —el mayor se levantó dirigiéndose a ella. —¿Qué sucedió?

—Mi vientre, duele.

—El único ojo de Aemond se abrió. —llamaré a un maestre.

—¡Llama a Beocca!

—Nuestro hijo ya va a nacer, el primer maestre que venga será el que lo reciba. —dijo. —¡Traigan a los maestres, mi esposa ha empezado sus labores! 

Escuchó voces y murmullos, seguidos de pasos rápidos y agitados, las parteras venían con cubetas llenas de agua, otras con sábanas blancas y limpias, mientras que detrás de todas ellas venían Beocca y Minerva.

—¿Hace cuánto estás así?

—Acabo de empezar.

—El bebé ya viene, Aeysant necesito que estés preparada, tienes que pujar.

—¿Qué? ¿Ya va a nacer? —jadeó presa del dolor. —no se ha cumplido la novena luna.

—Sé cumplió la noche anterior querida, ahora debes pujar.

Aeysant se negaba a pujar, temerosa al estado de su hijo, había escuchado y leído muchos libros en donde describían a los infantes prematuros como dragones, más dragones que humanos.

—Tiene que pujar otra vez. —exclamó una partera detrás de ella, la cual soportaba todo su peso.

—¡No puedo! Siete infiernos.

—Lo está haciendo muy bien, el bebé ya va a salir.

Aeysant gruñó, su camisón estaba a la altura de su cadera, sus piernas estaban completamente abiertas ante las parteras, la cama tenía su sangre, las sábanas que antes eran blancas ahora eran rojizas, su cuerpo estaba bañado en sudor, ambos olores la hacían querer desmayar.

—Aeysant escúchame, sé que tienes miedo, pero no eres tu madre, vas a vivir, ahora puja.

—Lloriqueo pujando. —¿Y sí muere?

—No va a pasar querida, ahora puja.

La castaña tomó aire, pujando nuevamente, su mandíbula estaba tensa y estaba sudando el doble que hacía unos minutos, Aemond estaba a su lado, mirando con preocupación el estado de la menor.

—Avisen a los reyes. —dijo a uno de los guardias.

—Ya Ser Laed fue por ella mi príncipe.

—¿Disculpen?

—Ser Laed escuchó a la princesa Aeysant quejándose, todos la escuchamos, él fue el primero en ir tras un maestre e ir por los reyes.

—¿Escucharon a la princesa quejarse y no dieron alerta?

—Ser Laed se encargó mi príncipe, sabemos que usted no nos permite ingresar a sus habitaciones, y menos en la madrugada.

—¿Qué sucedió? Aemond dime que sucedió.

—Aeysant se ha puesto en sus labores madre.

—¿Seré abuela? —Alicent cubrió su boca con emoción. —¿Hace cuánto está?

𝐀𝖾𝗒𝗌α𐓣𝗍 ─ 𝐀𝖾ꭑⱺ𐓣ᑯ 𝐓α𝗋𝗀α𝗋𝗒𝖾𐓣Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon