28 Velas

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Aún era de noche, pero el púrpura empezaba a teñirse con él brumoso resplandor del cercano alba y un débil rubor iluminaba las nubes del cielo nocturno.

Un hombre se dio la vuelta en la cama y entonces al ir a pasar el brazo por quien debería estar durmiendo a su lado, se dio cuenta de que esa persona no estaba. Gruñó somnoliento, abriendo unos ojos rojos en la penumbra y algo receloso ante la falta del calor corporal que la otra persona aportaba. Se incorporó frotándose los ojos bajo los cuales había unas marcas negruzcas y giró la cabeza comprendiendo.

Bostezó con lentitud y miró el reloj que parpadeaba en su mesilla, era horriblemente temprano, algo que podía deducir por la oscuridad que todavía envolvía el dormitorio del matrimonio. Volvió a bostezar y con un gesto pesado y pausado se movió para salir del acogedor y agradable calor de la cama y ponerse las zapatillas de estar por casa y una bata, con la intención de salir a la búsqueda de quienes deberían haber estado durmiendo junto a él.

Salió al largo corredor del gran y precioso apartamento en el que vivían y se dirigió directamente a una habitación en concreto, la puerta estaba entornada y supo que había acertado. Empujó la puerta con la mano silenciosamente y entró.

Desde el interior unos ojos verdes se alzaron desde un sillón en el cual otro hombre estaba sentado, con un bulto oscuro en los brazos, sonrió con cierta culpabilidad y se llevó uno de sus largos dedos pálidos en la penumbra a los labios. Luego le hizo un gesto para que se acercara, algo que en cualquier caso iba a hacer.

Al quedar a su lado vio con claridad el bulto que su marido llevaba en brazos, un bebé acurrucado y enrollado en una mantita que dormía profundamente con respiración calmada. Su expresión ya suave se convirtió en una de maravilloso enamoramiento y tomó de la mano a su marido llevándosela a los labios.

"Feliz cumpleaños, Akio," dijo en un susurro suave y cálido.

Él sonrió y alzó la cabeza cuando su marido fue a besarle en los labios, un beso delicado y cargado de amor.

"Gracias, Yuuto. Aunque es tan temprano que ni siquiera siento que hayamos cambiado de día."

"Tienes razón en eso, volvamos a la cama." Kidou lo observó entonces frunciendo la frente. "¿Por qué saliste? ¿Le vuelven a doler los dientes a Akira?"

"Sí." Fudou apretó ligeramente más fuerte a su hijo contra su pecho y suspiró. "Despertó hace un rato llorando, pero por alguna razón tú no te enteraste así que me lo traje aquí para que se calmara y tú pudieras seguir durmiendo, debes estar agotado de esta semana."

Kidou se mordió los labios sintiéndose mal de que el sueño le hubiera vencido y alargó una mano para acariciar el rostro del otro hombre pasándole con una caricia tierna el pulgar bajo sus ojos verdes de largas pestañas que tanto le atraían siempre, él también tenía ojeras.

"No soy el único. Volvamos a la cama, por la mañana puedes dormir todo lo que quieras como ocasión especial por tu cumpleaños."

"No voy a pasar mi primer cumpleaños con nuestro hijo durmiendo, además debo cuidarlo cuando te vayas a trabajar."

El hombre apoyó su mejilla en la mejilla gordita y cálida del bebé y se retiró dejándole un beso en la frente. El niño soltó un suspiro en sueños y sonrió balbuceando algo.

"Mañana no tengo que ir a trabajar," informó Kidou sorprendiendo a su marido, pero le hizo un gesto para que volvieran al dormitorio y así lo hicieron.

Dejaron a Akira boca arriba en la cuna que le correspondía y que estaba en el lado de la cama donde dormía Kidou. Lo cubrieron bien con las mantas a pesar de que en el apartamento no hacía frío incluso a pesar del crudo invierno de aquel año.

Velas rojas en su tarta de cumpleaños [KidouxFudou]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora