2. [La Edad Dorada]

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Aquel túnel era eterno, parecía no tener forma, una eternidad abstracta. Le rodeaba una perpetua penumbra que resultaba desoladora ante el sonido retumbante de los fuertes pasos que le seguían, a pasos agigantados, acechando a la incertidumbre de desconocer la cercanía de su perpetrador, de aquel monstruo enorme que observaba su cuerpo desnudo y escuálido con repugnante intención carnal. Con cada paso que daba, era más vulnerable ante la desesperación de sus pequeños pies sangrando, mientras continuaba corriendo hacia el sempiterno vacío, lloraba intensamente, suplicando por una ayuda que jamás llegaría, sujetando su espada, aferrándose a la única garantía de que seguía con vida, esperando que pudiese socorrerlo y librarlo del suplicio. En medio de su siniestra pesadilla, podía escuchar con claridad las obscenidades saliendo de la asquerosa boca de aquel temible ogro, como una gran charco de fango que buscaba llenar su frágil cuerpo con su putrefacción.

El pequeño Guts, con su pecho a punto de quebrarse, sentía aquel aliento pútrido acariciar su piel herida. Su voz ya no le respondía, tan solo intentaba aferrarse con desesperanza al despojo de su dignidad como ser humano, del orgullo viril que le quedaba como alfa, su identidad y su fuerza.

De pronto, al final del asfixiante paraje, logró divisar una extraña luz, tenue y oscura, que envolvía el rígido perfil del hombre, que se hallaba sentado en una silla de madera, entre la desértica inexistencia, mantenía una mirada perdida hacia el horizonte. Guts sintió que su única esperanza radicaba en la presencia de ese hombre, que representaba el doloroso mundo que hasta entonces conocía. Así que corrió hacia él, usando todas sus fuerzas, pidiendo socorro entre aullidos lastimeros que emitía su garganta lastimada. "¡Gambino, Gambino! ¡Por favor ayúdame, no puedo matar a este tipo, no importa cuantas veces lo ataque!" Donovan, su acechador perpetuo de ojos enorme y saltones, piel oscura tan oscura como sus mórbidas intenciones y una fuerza descomunal que lo convertía en una bestia, arrastrando el cuerpo de Gutsa la blasfemia.
Pese a sus súplicas angustiadas, Gambino no respondió. "¡¿Gambino?!", continuó clamando.

Su cuerpo se volvía cada vez más frágil, sentía sus débiles huesos flaquear ante sus respiraciones aceleradas. Por fin le escuchó, sin embargo, no eran las palabras que esperaba; "No seas ridículo..." Le respondió con su voz rota y desesperanzadora. Seguido de un silencio sepulcral volvió a decirle; "Tú tienes mi pierna, ¿Cómo podría blandir mi espada sin ella?". Entonces su pierna putrefacta y morada apareció en su brazo izquierdo, causándole una gran aversión y terror. Gambino, finalmente le miró, con siniestro semblante y sus ojos encendidos en llamas, para luego reclamarle con guturales gritos; "¡Fue muy doloroso! Ya estoy muerto, ¡¿Acaso no lo recuerdas?! ¡Clavaste tu espada en mi cuello! Dolió mucho... ".

Sus gritos se volvieron cada vez más desgarradores, arrancaba su propia cabeza con sus dedos azulados. La escena era estrambótica y completamente horrible para el pequeño Guts, quien, preso del pánico, intentaba retroceder siendo interceptado por una mujer de apariencia cadavérica, que lloraba con gran desconsuelo.

"¡Cómo podremos ayudarlo! ¡Si es el causante de tanta desdicha, oh, demonio infernal!" La mujer exclamaba con sus ojos desorbitados, brotando sangre bajo los pequeños pies de Guts, la reconocía, fue aquella mujer que padecía de demencia y que le trató como su hijo hasta su muerte. Verla le provocó un fuerte estremecimiento en su pecho, como si de sus palabras brotaran terribles sentimientos. Trastornado por aquellas personas que gritaban delirantes, intentó retroceder, solo para caer en la trampa de los enormes brazos de Donovan, aquel que profanó su inocencia y lo convirtió en un despojo, condenándolo a ser un mísero delta, perturbado de odio y resentimiento. Con su alma destrozada, aun le quedaban fuerzas para contemplar a lo lejos el cadáver descompuesto de Gambino, lanzando desgarradores lamentos, exigiendo su muerte.

"¡Perdóname, Gambino, por favor, perdóname!".

Entre sus vagas súplicas, la oscuridad volvió a acogerle, encontró la calma entre la penumbra, entre las vagas figuras abstractas que su mente preparaba a partir de un particular aroma que se difundía entre el ambiente, entre unos brazos extrañamente conocidos, que trajeron a su memoria la imagen de un diente de león reposando en su mano, el tacto de una piel suave y el aroma de un aliento dulzón acariciando su rostro. Volvió a caer en la inconsciencia, en la penumbra, esta vez, sin las oscilaciones del terreno baldío de su mente, perdida entre aquello que prefería olvidar. Sintió el gélido viento penetrando su piel por un tiempo indefinido, hasta encontrarse con un cuerpo ajeno, un aroma particularmente fuerte, que envolvía su cuerpo provocándole cierto escozor, quiso alejarse, pero su mente aún no tenía la suficiente fuerza para brindarle energía a su cuerpo.

Génesis [Berserk]Where stories live. Discover now