En medio de la habitual clase de Alquimia una gran explosión resonó en el aula, logrando que una nube de humo magenta se elevará en el aire de forma espesa.
Todos los alumnos salieron corriendo de ahí, unos tosieron intentando respirar aire limpio,mientras que otros tallaban sus ojos por el humo.
[T/n] una de las que había sido las últimas en salir, para sorpresa de todos, había sido la culpable del accidente ocurrido esta vez en la escuela. Corría con su pequeño demonio en brazos cubriendo su naricita del humo para que no lo aspirara.
Una vez estuvieron todos afuera el profesor encargado de las clases de Alquimia hizo un recuento de sus cachorros, dándose cuenta rápidamente que faltaba uno de los alumnos que podría darle más problemas si algo malo le sucedía. Así fue como en un acto de valentía, y para evitarle una nueva demanda a la escuela, entró de regreso al salón infestado de humo mágico.
El profesor Divus volvió al poco rato de haber ingresado una vez más, cargando en brazos lo que parecía ser su abrigo enrollando a un pequeño ser. Sin decir mucho, pero demostrando todo con el ceño fruncido, se acercó a la única alumna del lugar tendiendole su gran abrigo.
-Es tu responsabilidad hasta encontrar una solución- su voz había salido tan frívola como siempre que regañaba a uno de sus cachorros, a la cual [T/n] solo asintió tragando saliva sonoramente. Tomando lo que le tendía pudo sentir el peso entre sus brazos y el abrigo se movió suavemente cayendo al suelo.
Un par de ojitos que bien conocía se asomaron, viendole con curiosidad.
-¿Mamá?- su voz aguda salió, tan diferente a la habitual. Pues en brazos tenía el que había sido su compañero de clase esa tarde y aquel al que más afectó la reacción al estar más cerca del caldero.
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