capítulo 5

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A la mañana siguiente, todos despiertan igual de temprano para preparar lo del festival.

Por mi parte uso un vestido corto de dos tirantes de grosor mediano en un tono rosa pastel, tiene bordes dorados en la falda y lo acompaño con unas sandalias de tacón cuadrado de poca altura, perfectas para caminar sin problemas.

En la mesa de la cabaña está servido el desayuno, pero él no se encuentra a la vista. No me sorprende que no esté aquí, tiene muchas cosas que verificar.

—¡Astrid! —gritan afuera de la puerta— ¿estás lista?

Elliott viene por mí y juntos vemos todo lo que ofrece el festival. No es diferente a los eventos que solía ver en mi mundo, ofrecen actividades recreativas, comida, juegos y ventas de muchos productos.

—¿Qué es eso? —pregunto a Elliott al ver un postre que llama mi atención.

Son pequeños boles hechos de chocolate, tienen avellanas trituradas en formas de puntos, en el interior está relleno de una textura cremosa de color café claro y como decoración una pequeña bola de avellanas cubierta de chocolate.

—Es un postre de Conall.

Elliott compra el postre y al probarlo siento lo frío de la textura. Es delicioso.

—Se acaba de convertir en uno de mis favoritos.

En el festival, todos disfrutan de las distintas actividades que ofrecen y observo todo a mi alrededor. Es extraño no ver a Isabella en el festival del reino de su supuesta pareja.

Después de una hora, quedo sola y me animo a probar uno de los juegos del festival. Están ofreciendo tiro con arco y pruebo mi suerte con eso. Tengo algo de tiempo sin practicar esta actividad.

—Tantas atracciones y escoges la más peligrosa —dicen detrás de mi.

Reconozco su voz.

—Son flechas de plástico.

—Aun así, puedes dañarle el ojo a alguien.

No hago caso a sus comentarios, desaparece y aparece como si nada. No tiene que opinar sobre lo que hago o dejo de hacer.

—¡Guardias! —ordena— ¡Formen un escudo! No quiero terminar con una flecha en el pectoral otra vez.

—Exagerado —murmuro.

Preparo el arco y disparo dando a un costado, vaya suerte la mía.

—Deja el arco y la flecha.

—Me estoy divirtiendo —tomo otra flecha.

—Hay otras atracciones.

—Me gusta esta —vuelvo a disparar y fallo.

—Quizás des en el blanco al finalizar el año.

—Si tanto presumes, toma —le ofrezco el arco y la flecha— hazlo, da en el blanco.

—¿Qué gano yo con eso?

—Demostrar que no eres un hablador.

—No necesito demostrar o probar nada a nadie.

—Eso es lo que un fanfarrón diría —digo entre dientes.

Él escucha el comentario y me arrebata el arco y el flecha con molestia. Da en blanco sin siquiera mirar a la diana, demostrando sus grandes habilidades.

—Cuida tus palabras porque la próxima vez que me insultes, la flecha irá a tu cabeza —empuja mi frente con su dedo índice y medio.

—Debí enterrar mi flecha en tu corazón y no en tu pectoral aquella vez —murmuro.

En Las Profundidades Where stories live. Discover now