—¡Hudson...!

Espera hasta que la transmisión deja de contener cualquier conversación que le interese.

Es solo otro hombre. Otro hombre egoísta, con la tendencia a priorizarse a sí mismo sobre el bien mayor, pero tal vez esta vez, los esfuerzos tanto para sí mismo como para el bien común se entrelazarán.

Con esta justificación se levanta de su asiento, con los huesos crujiendo como si fuera un anciano. Las amenazas de las que podría enterarse en la próxima transmisión nunca superarían la importancia de las que acaba de descubrir, y con esta idea se quita los dolorosos auriculares y se dirige a la oficina de su supervisor.

Es con preocupaciones personales en mente que el hombre que es solo un hombre más entra en la pequeña habitación cuando se le concede permiso para hacerlo.

—Vicealmirante Utagawa —se dirige, haciendo una profunda reverencia al condecorado oficial.

—Teniente.

Entrecierra los ojos, su mirada se endurece cuando se levanta de la reverencia para establecer contacto visual.

Es solo un hombre más. Otro hombre con un trabajo que hacer.

—Me gustaría solicitar un permiso para ausentarme.

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—Hoy volveremos a practicar el control de tus derrapes —le dice Dazai a Chuuya—. Pero primero vamos a meter esta mierda.

Están en la armería, y han llegado la nueva media jaula y las barras estabilizadoras de Chuuya.

La media jaula se instalará justo detrás del asiento de Chuuya, separando la parte delantera del auto de la parte trasera.

—Quiero pintarla de púrpura medianoche —decide, mirando la barra negra con las manos en las caderas.

Dazai resopla.

—¿Qué, no te gusta el púrpura medianoche? —pregunta Chuuya, frunciendo el ceño.

—Para nada —se ríe Dazai.

—¡¿Qué?!

—¡Nada! Hazlo tú. Lo instalaremos mañana para que se seque la pintura —dice, y Chuuya lo mira con el ceño fruncido mientras coloca unas cuantas cajas de cartón aplastadas bajo la media jaula.

—Simplemente te está jodiendo —dice Yosano, saliendo con algunos papeles de la oficina antes de caminar hacia el cliente que está atendiendo en este momento.

¿Qué diablos está mal con el púrpura medianoche? Chuuya se sonroja un poco mientras prepara el aerógrafo.

—Llaves —solicita Dazai, abriéndole su mano a Chuuya. Chuuya le arroja las llaves de Arahabaki sin dudarlo mucho. Dazai es bueno con los autos. Él no la arruinará.

Dazai se pone al volante, y Chuuya detiene sus movimientos para sonreír ante el fuerte revolcón que reverbera por la armería desde su 370z cuando lo enciende. El cliente da un respingo.

Dazai empieza a subir lentamente a Arahabaki en un ascensor.

Chuuya se ahoga en la concentración mientras se pone los guantes de látex, se encorva con cuidado sobre el metal y comienza a pintarlo con aerosol con el color cromo cambiante. De púrpura a naranja y viceversa... un bonito complemento no intrusivo para que Arahabaki no sea solo roja y negra.

Un minuto después, la maquinaria del ascensor empieza a zumbar mientras su auto es elevado siete pies en el aire.

Chuuya no puede alcanzar eso, joder. Pero Dazai puede. Chuuya suspira.

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