—Pero... eso no explica cómo te has metido en mi sueño.

—No puedo darte una razón, yo tampoco lo sé; pero al parecer, nuestros sueños están conectados y ese día las dos hemos coincidido en el mismo lugar. Lo que significa que podemos volver a encontrarnos allí.

—Pero, para ello, ¿necesitamos volver a coincidir en el mismo punto, no?

—Exacto, aunque ya lo conocemos, nuestra mente lo ha registrado, en parte... gracias a mí.

—Por eso me besaste.

—No quería correr el riesgo de que lo olvidaras, los sueños que nos marcan, aquellos que recordamos, son a los únicos a los que podemos volver.

Resultaba mucha información en apenas unos minutos, pero Lucía mostraba tanta curiosidad por lo que les había ocurrido que necesitaba conocer todos y cada uno de los detalles.

—Imagino que todo esto lo sabes gracias a tu familia.

—¡Cuántas conversaciones aburridas me he tenido que tragar durante la comida! Si hubiera sabido que me vendrían bien en el futuro, habría prestado más atención.

Las dos chicas indagaban sobre lo que les ocurría. Aunque Nisha estuviera algo más informada, la temática resultaba nueva para ellas y no todos los interrogantes estaban resueltos.

—Te propongo una cosa, si aceptas seguir en esta aventura. —Lucía asintió—. Esta misma noche lo volvemos a intentar.

 Esta misma noche lo volvemos a intentar

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Lucía volvió a su casa rápido para avanzar en las tareas que tenía y ocuparse de su hijo. Todas esas inquietudes sobre los sueños la estresaban y apenas sabía cómo debía reaccionar, si resultaba sano o si le afectaría en su día a día. Además, estaba convencida de que su marido no aceptaría que realizara la práctica desarrollada por la familia de su amiga y que, si se enteraba, se enfadaría muchísimo con ella.

Pablo tomaba el desayuno junto a su hijo cuando llegó a casa, la chica había aprovechado para pasar al supermercado y así disimular un poco su salida matinal.

—¡Genial que hayas llegado! Voy a dar una vuelta con los amigos —dijo el hombre mientras acababa de desayunar, ya estaba vestido y preparado para salir—. Puesto que hoy es sábado, intentaré no llegar muy tarde, pero no prometo nada.

—¿Ya estás otra vez? Lleva el sábado y me lo dejas todo. Tengo que estar aquí en casa metida los siete días a la semana para que tú puedas disfrutar.

—Yo trabajo toda la semana para traer dinero a esta casa, tengo derecho a disfrutar.

—Tú sí, ¿pero yo no? Hace días que no salgo. Ni siquiera tú vienes conmigo a dar una vuelta.

—Eso es mentira, hace dos semanas estabas con tu amiga esa, la vudú de pelo rojo.

—En primer lugar, eso fue, como bien has dicho, hace dos semanas; en segundo lugar, mi amiga no es vudú; y en tercer lugar, por mucho que no la soportes, es mi amiga, ella no dice nada malo sobre ti.

Mi luz en la nocheWhere stories live. Discover now