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Una vez subido el piano, los empleados reclamaron su propina y se fueron apresuradamente, no sin antes dirigirle a Fyodor una mirada de reproche. No parecía muy contento por haber tenido que escuchar el concierto de gemidos provenientes del baño. 

Dazai empezó a tocar una por una las teclas del piano. Todo iba bien hasta que sonó un Si, o lo que se supone debía ser un Si y que sonó más bien como un Re doble bemol. El castaño hizo primero un gesto de enfado, pero se transformó en un grito de júbilo.

-¡Fyodor! -Exclamó- ¿Escuchaste esto?

Volvió a tocar la nota desafinada.

-Sí, lo escuché.

-¿Sabes lo que significa?

-¿Qué tendrás que gastar tu sueldo para pagar el arreglo del piano? 

-... Bueno, pues si, pero me refería a otra cosa -Sonrió con suficiencia-. Los trabajadores no pudieron subir el piano sin ni un solo rasguño. Eso significa que no tengo que volverme religioso.

La estúpida sonrisa de Dazai era muy contagiosa, pero aún así rodó los ojos.

-Igual no importa. El dinero del arreglo viene de tu bolsillo -Dijo el ruso-. Que te vuelvas religioso o no no me compete.

Mientras Dazai se alegraba de no tener que volverse religioso, Fyodor se puso a organizar sus cosas. Por el momento no tenían cama, pero habían llevado futones mientras la conseguían. El ruso era muy quisquilloso al respecto, pues no le gustaba para nada dormir en el piso, donde le pudiesen pasar cucarachas y sabrá Dios qué otras cosas. Le encantaban las camas. No sólo porque eran las más agradables para dormir, sino también porque eran realmente las más cómodas para hacer, bueno, cosas de adultos.

Pero mientras tanto, se las tendrían que arreglar como pudieran.

-Oye, Fedya, ¿dónde pongo la tele? -Preguntó Dazai.

-¡No se te ocurra mover la televisión, Dazai! -Contestó Dostoyevski- Si te tropiezas y se rompe, el arreglo lo pagas tú, y todavía debes el arreglo del piano.

-¡Qué desconfianza me tienes!

-Te conozco, идиот.

-Anulo cualquier maldición.

La verdad, el castaño sabía perfectamente que le habían dicho idiota, pero solo le gustaba molestar a su novio. Era algo así como la manera en que se demostraban el amor.

Estaba esa manera, y la otra era el sexo.

No estaba en su sistema hablar con apodos bonitos, cartitas y abrazos, o tomarse de la mano discretamente y sonreír cómplices. Si alguno de los dos sonreía, generalmente era porque el otro se había caído por las escaleras.

Dazai se acercó al balcón y miró arriba, y luego abajo. Fyodor se acercó a él y se recostó en el barandal a su lado.

-¿Qué miras? -Quiso saber.

Dazai se mordió un labio.

-Oye, Fyo -Empezó-, ¿crees que si me tiro de esta altura podría ser suficiente para morir, o es necesario tirarme más alto?

Al ruso se le hizo un nudo en la garganta.

-Pues, mirándolo bien, no creo que esta altura sea suficiente -Contestó, apretando los dientes.

-¿No? Bueno, y ¿qué me dices de la terraza? ¿Será lo suficientemente alto?

Fyodor se despegó de la baranda bruscamente y regresó al interior de la casa.

Encierro |Fyozai| (Hiatus)Where stories live. Discover now