Una de las ventajas de estar en tercer año eran sin duda los fines de semana de Hogsmeade. Sirius le había firmado el permiso con mucho gusto y Harry estaba feliz de ir a visitar la ciudad con sus amigos, lleno de emoción mientras subían a los carruajes y exploraban todas las tiendas, por una vez uniéndose a Draco en su enorme juerga de compras mientras disfrutaba plenamente de la libertad que ofrecía la experiencia. El primer fin de semana habían sido sólo él y sus amigos disfrutando de la experiencia como hacían todos los estudiantes de Hogwarts, pero el segundo Severus se las arregló para hacer una reunión. Por suerte, habían aprendido que no hacía falta mucho para que se considerase un encuentro de novios, ya que se trataba más de la intención que de otra cosa, lo que les facilitó un poco la vida.

Severus había reservado un comedor privado con la idea de que tenía que estar cerca como adulto, por si alguno de los niños necesitaba ayuda, pero eso no significaba que tuviera que soportar el caos que era Las Tres Escobas a la hora de comer. Harry pudo colarse y disfrutar de una comida y ponerse al día con su prometido en la tranquilidad del salón mientras compartían un sándwich y unas patatas fritas. Fue una comida maravillosa, tranquila y doméstica, y Harry disfrutó de cada momento, sobre todo por lo poco frecuente que era. Claro que había tenido encuentros esponsales durante el verano, pero siempre había otras personas presentes en esos momentos.

Aquella era la primera vez que Harry recordaba que habían pasado tiempo a solas y pensó que tendría que rectificar en algún momento, aunque se imaginó que antes tendría que intentar controlar su cuerpo, ya que se sonrojaba constantemente. Al principio lo achacaba a que se sentaba demasiado cerca del fuego y luego a que había bebido demasiada cerveza de mantequilla. También esperaba que esa excusa lo cubriera después de darse cuenta de que se estaba riendo literalmente de una de las historias de Severus, aunque cuando éste le quitó la bebida y conjuró un vaso de agua para él.

Harry se las arregló para escabullirse a los aposentos de Severus un par de veces ese trimestre, con el pretexto de necesitar un lugar tranquilo para estudiar. Normalmente no se decía nada, pero a Harry le parecía bien, simplemente disfrutaba de estar en presencia de Severus. Se alegraba de no tener que preocuparse tanto por andar a hurtadillas, ya que sólo tenía que preocuparse de los Gryffindors y, aun así, sólo de Ron y Ginny y, sin ánimo de ofenderlos, no eran superdetectives. Una vez Harry había llegado a tiempo para el toque de queda cuando Ron, Seamus y Dean todavía estaban en la sala común.

-¿Has estado fuera toda la noche con tu novio, Harry?- se burló Ron.

Harry sabía que se refería a Theo, por lo que sonrió al responder -¿Importaría si lo hubiera hecho?-.

-No especialmente-, dijo Seamus riendo. Dean se unió a la risa y eso puso fin a todo lo que Ron pudiera haber dicho sobre el tema.

Sin embargo, pronto llegó el final del curso y Harry se alegró de poder decir abiertamente que volvía a la Mansión Potter por Navidad. Harry se sintió decepcionado al enterarse de que Severus debía quedarse en el castillo la mayor parte de las vacaciones, pero se le permitió salir para sus reuniones de esponsales, a las que el director Riddle se refería como reuniones de amigos, así como asistir a algunas fiestas. Ismelda Murk, la ayudante de transfiguraciones y antigua Slytherin, también estaba por allí, pero tanto Severus como Tom querían asegurarse de que estuviera supervisada antes de dejarla a cargo del bienestar de los Slytherin a largo plazo.

Sirius estaba extasiado de ver a Harry y lo saludó con entusiasmo en la estación. Los Malfoys y los Lestrange también estaban allí y Harry se alegró de ver que se llevaba tan bien con sus primos, sobre todo porque Harry ya sabía que asistirían juntos a muchas fiestas, este año sólo con amigos, así que Harry no tenía que tener tanto cuidado con Severus.

THE PRICE OF FREEDOMWhere stories live. Discover now