Ella soltó una risa cuando le mostré una zanahoria. Se vio un poco más animada.

—En todo el tiempo que estuve ahí, no preparaste ni una sola vez la cena —me reprochó.

—Puede ser porque no me dejabas hacer nada —le recordé—. Estabas detrás de mí quitándome todo lo que tomaba, ni un vaso de agua dejabas que me sirviera.

—Quería ser un aporte en tu casa, Deneb. Pero me pudiste haber sorprendido.

—¿Cómo podía sorprenderte? No te despegabas de mí en ningún momento.

—¡Oye! —se quejó—. Eso es una mentira.

—Bien, no te despegabas de mí el 90% del tiempo.

Vi sus mejillas intentando controlar su rojez.

—Debiste ocupar mejor ese 10%.

—Bueno, la próxima vez yo cocino. Es una promesa.

—¿Y cuándo será esa próxima vez...? —preguntó en un tono suave.

Dejé a un lado la zanahoria y la quedé observando. Nos mantuvimos en silencio unos segundos.

—Te extraño, Deneb...

—Estás obsesionada conmigo. No ha pasado ni un miserable día.

Hazel soltó una carcajada y negó con la cabeza. Yo también reí con más mesura, y me acerqué a la pantalla para poder observarla mejor.

—Tómate tu tiempo, recuerda que es tuyo, y no hay factores externos que lo puedan llegar a alterar. Yo seguiré en esta casa, Hazel, no me iré de aquí.

—Suena lindo, pero la vida no se detiene jamás. Y yo no soy dueña del tiempo.

—Pero sí del nuestro... Aquí estaré, ensayando en la cocina para no envenenarte la próxima vez que te vea.

Ella volvió a reír, me gustó verla soltarse y despejarse de sus problemas por unos segundos. Ansiaba el día que pudiera verla de esa forma por un largo tiempo, y no por momentos fugaces.

—Debes pensar en lo que harás con tu trabajo —me recordó, cambiando el tema—. Puedes volver o seguir pidiendo licencia.

—Creo que volveré —me sinceré—. Mamá también va a volver después de año nuevo, no hay razón para quedarme en casa.

—Si es algo que te acomoda, entonces está bien. A veces es bueno volver a la rutina, pero recuerda que esa no debe ser una forma de evadir el dolor...

—Lo sé —murmuré.

—Y sabes que si quieres hablar me puedes llamar. Necesito tiempo, pero no distancia...

—¿No necesitas distancia? —pregunté, confundido.

—No —me aseguró—. Que no te confundan los kilómetros que nos separan, Deneb. Tú y yo estamos más cerca de lo que crees.

Sonreí, satisfecho y feliz por sus palabras.

—Te dejo, ya debería estar en la casa de mis padres para cenar.

—Mándales mis saludos.

—Lo haré. Te llamo mañana.

Terminé de cocinar las verduras y salteé un poco de pollo. Al probarlo me di cuenta que le faltaba sal, pero ya no había mucho que hacer, solo ponerle por encima. Mamá fingió que le gustó mi cena al probarla, aunque pude notar lo insípida que la encontró por una mueca que se le escapó sin ganas de ofenderme.

Ella cocinaba muy bien, podía hacer magia con una simple rebanada de pan y mermelada de mora. Cada cosa que preparaba, siempre la disfruté mucho, la simpleza la hacía ver como una extravagancia. Lo podía asegurar, porque mi paladar era bastante exigente.

Estrellas en el firmamento ✔️Where stories live. Discover now