Diagon estaba bastante concurrido aunque ni de lejos al nivel que Harry solía ver durante las vacaciones así que al menos podía moverse con bastante facilidad por las tiendas. No fue difícil conseguir algunas cosas de quidditch para el libro de Ron y Hermione sobre teoría mágica. No era un libro intrínsecamente ligero, así que Harry no creía que ella misma lo hubiera comprado, pero le había parecido interesante cuando había leído algunos trozos durante el verano y siempre podía fingir ignorancia si ella le preguntaba al respecto. No es que fuera oscuro, pero hablaba de la magia en abstracto, como un simple acto, sugiriendo que era la intención de quien la hacía lo que daba color a la magia y no el hechizo en sí. Harry había encontrado la idea fascinante y esperaba poder guiar a su amiga lejos del mundo en blanco y negro que Dumbledore parecía intentar pintar.

Neville ya sabía que recibiría un esqueje raro de su jardín y había encargado una túnica a medida para el profesor Flitwick, o al menos Severus lo había hecho, ya que iba a ser un regalo conjunto de ambos. Al parecer, el diminuto profesor se había quejado a Severus de sus túnicas de duelo y de cómo había tenido que encoger la talla más pequeña que hacían en las tiendas, pero nunca había tenido la oportunidad de ver a un fabricante de túnicas para que le hicieran unas a medida entre el final del trimestre y el comienzo del siguiente circuito. Severus le había robado a hurtadillas algunos cabellos y los había usado en alguna poción de multijugos para hacerse pasar por el semiduende y conseguir una adaptación. Habían utilizado el robomante personal de los Malfoys para crearlos, y Harry había contribuido con los fondos, ya que era la única forma en que podía ayudar.

Cuando se enteró de eso, Harry preguntó por qué la familia había ido a Madam Malkin a comprar sus túnicas, aunque deseó no haberlo hecho porque Draco se había puesto a despotricar sobre lo injusto que era que Madam Malkin hubiera comprado el monopolio de la venta de uniformes de Hogwarts y que siempre utilizara las telas más baratas para confeccionarlos, alegando que así se aseguraba de que todos estuvieran en igualdad de condiciones, aunque corría el rumor de que también era para que se desgastaran demasiado como para que la mayoría de la gente se planteara regalarlos, razón por la cual no había opción de uniformes de segunda mano para aquellas familias que no estuvieran tan bien como otras. Obviamente, no ayudaba que Draco hubiera descubierto tejidos de buena calidad y se quejara a menudo de lo irritantes que eran las camisas del colegio para su delicada piel. Tampoco ayudaba el hecho de que, al parecer, su madre y el señor Taylor, el fabricante de robos, habían triunfado en todas las semanas de la moda durante el otoño y Draco estaba muy celoso.

Al menos había conseguido casi todos sus regalos de Navidad, incluidos algunos trozos de tela para sus elfos. Sabía que no podía proporcionarles ropa de verdad, pero no había nada que le impidiera suministrarles los materiales que necesitaban para confeccionársela. Incluso había hecho que el taxi lo dejara en Harrods para que pudiera comprar los regalos para los Malfoys, con su nueva afición por todo lo muggle, o al menos por las cosas de alta gama. La única persona a la que le quedaba por comprar era Severus y, sinceramente, estaba perplejo. Tenía que ser algo digno de un prometido, pero Harry también quería que fuera algo que el hombre disfrutara de verdad. Había visto algunos relojes bonitos cuando estuvo en Harrods antes, eligiendo una pulsera para la señora Malfoy, pero como Harry nunca había visto a su profesor llevando un reloj, y además tenía la sensación de que podrían estorbarle a la hora de hacer pociones, había vetado la idea.

Lanzando un rápido tempus, Harry comprobó la hora y vio que aún le quedaban un par de horas antes de que Severus llegara para llevarlo a la Mansión Potter. El maestro de pociones había recibido un nuevo pedido de pociones para el ala hospitalaria y había querido preparar varias antes de irse de vacaciones. Severus se había quejado de que era sólo el viejo ejerciendo su poder de nuevo, ya que Dumbledore aparentemente no había estado muy contento de oír que Severus se iba a casa para las vacaciones, pero no había tenido una razón para mantenerlo dentro de la escuela. Harry lo había entendido y ambos habían quedado en encontrarse en Gringotts, ya que no levantaría ninguna ceja que ambos fueran vistos entrando en el banco y podían estar seguros de la discreción de los duendes. Sabiendo que aún le quedaba bastante tiempo antes de la primera estimación de cuándo terminaría Severus, Harry pensó que podría aprovechar la oportunidad para revisar sus bóvedas, ya que había estado demasiado ocupado con el trabajo escolar y otras actividades como para hacerlo durante el verano.

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