Primera prueba 2/2

6 2 0
                                    


En el palco central había un hombre de pie con una larga túnica llena de monedas de oro y plata. Hablaba al micrófono con gran elocuencia.

—Es la Rama Central Naturalista, Kéhidu Desert —dijo Franco a las dos mujeres que miraban impacientes al presentador.

Pápaver buscó a Óliver que destacaba por encima de todos por su perfecto tupé.

—¿Ese es el hijo de la Rama Central Naturalista? —preguntó Pápaver.

—La gran promesa de la alquimia. Está haciendo méritos para presentarse a ministro del mundo alquimista —respondió Franco.

—Es tan guapo que las flores se mueren a su lado por no poder igualar su belleza —intervino Íngrid.

—¡Este año tenemos más de trescientos participantes en la competición! —Nuevos gritos tronaron en la plaza.

Pápaver miró sorprendida a la gran cantidad de rivales. Había todo tipo de mujeres, hombres y seres extraños a los que superar. A un lado tenía a Franco que iba y venía preguntando a todos por el año en que vivíamos, al otro estaba Íngrid de rodillas escarbando en el suelo como si fuese un perro, parecía que tuviese un problema de atención.

—¡El premio de este año serán mil orbes de diamante rojo, ser jurado de la próxima edición y entrar en el muro de la fama! —Pápaver pensó que nunca había tocado un orbe de diamante rojo. Ahora tenía la posibilidad de ganar mil, dinero suficiente para comprarse una isla o un país—. ¡La primera prueba es de resistencia y solo aquellos que no se rindan, pasarán a la siguiente fase! —Nuevos gritos se sucedieron como una ola.

—¿Resistencia? Yo no he traído nada. —Íngrid se abrazó a Pápaver—. No aguanto nada corriendo, pero sí bailando.

—Cállate y escucha —regañó Pápaver a Íngrid.

—Si alguno sale de la plaza, ¡eliminado! Si hacéis trampas, ¡eliminado! Si os desmalláis, ¡eliminado! —Los rumores corrían por la plaza como una mecha—. ¡Qué entren los jueces!

Decenas de personas con vestimentas de buzo, entraron en la plaza. Cerraron las puertas a conciencia para que nadie pudiese huir.

—La prueba acabará cuando solo queden cuarenta participantes. Os espera la gloria, la fama, la inmortalidad. ¡Suerte a todos! ¡Qué comience el ducentésimo quinto torneo de alquimistas!

Todos los participantes esperaron expectantes a que arrancara la prueba. Algunos sacaron sus pócimas, preparados para cualquier cosa. Dos de los jueces se acercaron a la jaula del centro, cargaban una caja oculta con una manta. Pápaver buscó a John a través de la mampara de cristal que les separaba del público, pero era como buscar una aguja en un pajar.

—Niña, todavía puedes irte por la puerta de la vergüenza —dijo una voz al oído de Pápaver. Era Óliver Desert que se había alejado de su grupo de fans—. Si te marchas ahora será menor la humillación, niña.

—Esta niña puede destriparte sin que me tiemble el pulso. —Pápaver fulminó con la mirada al arrogante Óliver—. Ahora márchate con tus hienas antes de que...

—¿Antes de qué? ¿Piensas hacer algo contra el hijo de la Rama Central Naturalista? No me hagas reír, niñita.

Pápaver pisó con rabia el pie de Óliver. Gritó con tanta fuerza que asustó a algunos de los jueces. Agarró de la pechera a Pápaver y sonrió con sus deslumbrantes dientes.

—Cuida tus espaldas, niña. Siempre te estaré vigilando.

—Entonces ten papel a mano para cuando tenga que ir al baño. —Pápaver le dio la espalda y volvió junto a Íngrid que seguía escarbando.

3S9SJOS. La era del nigromanteUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum