—Totalmente.

Ambos se quedaron en silencio.

—Su alfa y el tuyo son amigos, ¿no? —preguntó Olson.

Había desistido en tratar de convencerlos de que Ivory no era su alfa, así que en aquella ocasión solo asintió.

Olson cabeceó, pero no dijo nada más.

Oker aún navegaba entre las sensaciones que le creaba la cercanía insistente de Ivory.

Volvió a casa esa tarde con Kyle dormido en el coche, ¿quién hubiera imaginado hacía meses que ambos iban a tener un cambio tan grande en sus vidas?

Cuando entró, lo que siempre había sido su hogar se sentía seguro, pero también le faltaba algo, y ya no hablaba de lo más elemental, sino de que el olor no era el que él ya consideraba su hogar.

Los olores algo de lo que tanto alfas como omegas no podían escapar, a veces le costaba imaginar cómo vivirían los betas, sin esa carga intrínseca. Por otro lado, cuando la sensación era buena, era tan buena que lo eclipsaba todo.

Olisqueó sus ropas, el olor aún estaba ahí, pero sabía que era temporal, la única manera de que no se fuera nunca era con una marca en su cuello.

Oker se revolvió, porque la idea de que Ivory le mordiera era demasiado placentera, su lengua por su cuello, las pequeñas gotas de sangre siendo lamidas. La sensación de pertenencia, era algo con los que Oker solo había soñado, y que había eliminado de sus fantasías.

Y tener esas fantasías con Ivory era demasiado osado, como abusar de su confianza, pero su cuerpo se retorció de anticipación. Imaginó los ojos tan oscuros del alfa, su respiración contra su cuello, sus manos en su cintura.

Oker lubricó levemente, y se llevó una mano a la boca. No estaba bien, lo sabía, pero no pudo evitar imaginar cómo sería. Su primera vez con un alfa de ese modo, su primera experiencia consciente, deseándolo.

Sus deseos sexuales habían sido prácticamente nulos tras su secuestro, mucho menos tras su embarazo, una cosa era el celo, que había tenido que pasar a duras penas en soledad todos esos años. Otra cosa muy distinta era el deseo, uno al que nunca había estado acostumbrado.

Cerró con fuerza los ojos y trató de calmarse, respiraba con la boca, pero en su mente Ivory se hacía cada vez más presente. Si seguía con esos pensamientos intrusivos al día siguiente no podría ni mirarle a la cara, él lo notaría, estaba seguro.

Salió de la habitación que compartía con su hijo, y decidió que lo mejor era darse una buena ducha, los hijos de Lea estaban durmiendo ya, y su amiga se había ido a trabajar.

Entró a la escueta ducha, y abrió la llave del agua. Se quitó sus ropas, y esperó hasta que el agua estuviera a la temperatura que a él le gustaba.

Se notaba húmedo entre las piernas, nada que ver con la humedad del celo que escurriría entre sus muslos, pero sí una densa y pegajosa.

Antes de que todo sucediera, él había tenido algunos momentos así, pero para un omega estaba muy mal visto tocarse. Era como llegar impuro al matrimonio, y el suyo estaba tan cerca que resistió la tentación.

Después, todo en torno al tema le asqueaba, ¿desde cuándo había comenzado a cambiar eso?

Oker lo sabía, lo sabía perfectamente. El agua cayó por su cuerpo, sensible pero deseoso de esa calidez, solo se enjabonaría, nada más. Pero sus manos pequeñas le producían unas sensaciones demasiado placenteras, más cuando enjabonó su trasero, ¿qué tendría de malo acariciarse allí? ¿A quién le importaba ya? Era su cuerpo, solo suyo, y estaba húmedo, deseaba hacerlo.

Sus dedos curiosearon al rededor, haciendo que su pene brincara. Siempre había creído que los omegas no debían sentir nada por delante, de hecho, en las pocas conversaciones que había podido capturar sobre el tema, lo veían como una falta de pureza omega. Todo residía en su interior, en el punto dentro de su trasero que un alfa anudaría.

Pero ya que estaba trasgrediendo algo que le parecía prohibido, porque no dar un paso más. Tomó con su mano aquella piel suave y endurecida, y tuvo que morder sus labios, era demasiado bueno.

Introdujo uno de sus dedos por su canal lubricado, y tuvo que pegar su cuerpo contra la pared de la ducha, cerró los ojos mientras con ambas manos se daba placer.

No tenía nada que ver con las sensaciones del celo, no había dolor, y la necesidad era deliciosa no mortificante.

¿Por qué aquello estaba prohibido para los buenos omegas?

Jadeó contra el agua, y la imagen de un Ivory completamente desnudo vino a él. Haciendo que una ola de placer le recorriera, se olvidó que estaba mal, que no debería pensar en él de ese modo. Se olvidó de todo, y solo se concentró en sus ojos oscuros llenos de deseo, en su boca abierta, y en un miembro grande e hinchado, uno que se mostraba rebosante ante él.

Oker lo deseó, lo quería suyo, pero la mente jugaba en muchos sentidos, en sentidos que a veces no se podían controlar.

El orgasmo le sobrevino sin saber que lo era, pero lo hizo caer de rodillas en el suelo resbaladizo de la ducha.

Era la primera vez en su vida que una experiencia similar no acababa con él hecho un ovillo contra el suelo, era la primera vez que los recuerdos difusos de su violación no se lo llevaban todo.

Era la primera vez que no se sentía completamente culpable, pero a la vez que se sentía solo e inadecuado.

Tras volver a enjabonarse y secarse, revisó que todos estuvieran bien, y se fue a dormir.

Esa noche soñó que Ivory descubría lo que había hecho en la ducha, y que le echaba de su vida.

Sabía que no era un pensamiento racional, que eran sus miedos hablando por él, pero a la mañana siguiente temió que el alfa lo descubriera y se anestesió con una doble dosis de supresores. Ahora entendía que no solo aplacaban sus celos, sino también que podían eliminar con una buena dosis cualquier tipo de deseo sexual.

Y el pensamiento le molestó profundamente, otro modo de doblegarlos, otro modo de hacerlos sentir inadecuados.

—¿Estás bien? —le preguntó el alfa cuando volvían a su casa, pero Oker ya no sabía ni como estaba.

Así que solo mintió, empezaba a desear estar algo separado de ese alfa, gracias a que era viernes y tendría un par de días para desintoxicarse.

O al menos, eso pensó él.

Es curioso como los amigos se hacen en los lugares más insospechados

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Es curioso como los amigos se hacen en los lugares más insospechados.

Hoy es festivo en mi ciudad y he aprovechado para darme un poco de movimiento a esta historia.

Vaya de antemano que no sé cómo funciona la mente de una persona que ha sido abusada, no quiero dar ejemplo con esto, y si me equivoco, de verdad lo siento mucho. Lo hice con mi mejor intención.

Os deseo feliz inicio de semana aunque para mi se sienta como un domingo extraño.

Besos

Sara

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