3 días antes.

55 9 4
                                    

Los cumpleaños de la abuela era mágicos, si tu soplabas las velas con ella y pedías un deseo, se cumplía. Por eso, se formó la tradición de que todos los menores de la familia soplarían las velas de la abuela junto a ella. Ahora, yo estaba a punto de cumplir dieciocho, y sólo me quedaba una vela por soplar.
Ya era sábado, había dormido parte del jueves y todo el viernes, aunque más parecía que tan sólo hubiera dormido un par de minutos. En la mañana, como mi puerta estaba cerrada con seguro, Daniel se había encargado de tirarla para ver si seguía viva. Lo bueno es que me di cuenta de que él es el único que se preocupa por mi, lo malo es que ahora no tenía puerta y tenía que entrar al baño a cambiarme cada vez que lo necesite.

—¿Ya estás lista? ¡Ya nos vamos! ¿Llamaste a Ivanna? —gritó mi madre emocionada.

Ivanna era, o bueno, sigue siendo parte de la familia. La única persona que sabía la gran pelea que habíamos tenido era Daniel y no pensaba contárselo a nadie más.

—Sí, pero estará ocupada todo el día y dijo que no podía ir —me apresuré a decir.

—Ah bueno, la abuela de va a decepcionar un poco.

—¿Me esperas un ratito más? Aún no me he cambiado —dije, tratando de cambiar de tema.

—Uy mi amor, tendrás que ir sola, ya todos tus tías están allá cocinado y si no llego ahora me matarán —dijo mi madre asomando su cabeza a mi cuarto—, ya todos están haya, voy yendo y pásate  un peine que estas peor que una bruja —me sonrió y salió de mi habitación, ahora sin puerta.

Dos minutos más tarde escuché la cerradura de la puerta mayor, significando que mi madre ya había partido. Me miré al espejo, algo que últimamente se me estaba haciendo costumbre, y comprendí que mi mejor pijama no daba lo mejor de mi. Saque de mis cajones la ropa interior más sencilla y suelta que encontré, un polo simple manga larga azul y un pantalón jean celeste, me puse las vans blancas que encontré tiradas por el camino y cogí una casaca jean para más tardecito. Sin hacerle caso a mi mamá sobre el peine me hice una coleta desordenada. Tomé mi celular y salí de la casa. Hacía ya mucho tiempo que no usaba mi bicicleta, y hoy era un buen día para hacerlo, tomando el cuenta de que a la abuela le gustaba el color, que era amarillo.

***

—¡Hija mía! Te estábamos esperando —dijo la abuela abrazandome.

—Feliz cumpleaños bushca —le devolví el abrazo.

Nunca supe de dónde había salido tal apodo, y tampoco me atrevía a preguntar.
Y se hizo lo que se hace en una fiesta normalmente; comimos, bailamos, conversamos y llego la hora de soplar las velas de la abuela. Todos sus nietos menores de edad se pusieron a su lado en media luna para poder cantarle a la abuela su canción preferida y soplar las velas para los deseos. Al final de la canción, mi madre y mis tías les dieron unas palabras de felicitaciones, a lo que la abuela se pudo a llorar de lo emotiva que era.

—¡Pide tu deseo abuela! ¡Chicos, soplen! —gritó la tía Natalia y todos soplaron las velas.

Era mi último deseo y no estaba pensando conscientemente, sólo lo pedí, repasé las palabras en mi mente.

<<Desearía olvidarme de todo, comenzar mi vida de cero>>

Best friend forever? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora