43. El testamento

Magsimula sa umpisa
                                    

―¿Profesor?

―Un gusto de verte, Cassiopeia ―saludó con cortesía.

―¿Le gustaría algo de beber? ―sugirió Callie―. Preparé chocolate caliente.

―Claro, eso sería encantador.

Una vez que le sirvió el chocolate, Callie se sentó en el mueble, junto a su hija, mirando de frente al profesor.

―Bueno, los dejo para que hablen.

―Oh, de hecho, nos gustaría conversar contigo, Cassiopeia.

―¿Conmigo? ―preguntó desconcertada―. ¿Hice algo malo?

―No, no hiciste nada malo.

―Cassiopeia —dijo el director de Hogwarts volviéndose hacia ella—, ha surgido una dificultad que espero seas capaz de resolver para nosotros. Y cuando digo «nosotros» me refiero a la Orden del Fénix. Pero, antes que nada, debo decirte que hace una semana encontraron el testamento de Sirius y te ha dejado todas sus posesiones.

—Oh...

—Esto, en general, resulta bastante sencillo —prosiguió Dumbledore—. Todo el oro de la cuenta de Sirius pasará a la tuya en Gringotts, de igual forma, heredas todos los bienes de Sirius. El problema —continuó, mirando de nuevo a la muchacha— es que, como recuerdas, tú y Sirius compartían la mitad de la propiedad del número 12 de Grimmauld Place, pero ahora, tú quedas como la única propietaria.

—Pueden seguir usándola como cuartel general —dijo Cassiopeia—. No me importa. Que se la queden; en realidad no la quiero.

Prefería no volver a poner los pies allí. Se imaginaba que el espíritu de Sirius habitaría eternamente la casa y que rondaría por sus oscuras y mohosas habitaciones, solo y atrapado para siempre en el sitio del que tanto había deseado salir en vida.

—Eres muy generosa —repuso Dumbledore—. Sin embargo, hemos desalojado temporalmente el edificio.

—¿Por qué?

—Verás, la tradición de la familia Black establece que la casa se transmita por línea directa al siguiente varón apellidado Black. Sirius era el último; y tú eres su sobrina e hija de Regulus. Aunque el testamento deja muy claro que tu tío quería que te quedaras con la casa, aparte de que eres la única con el apellido Black, cabe la posibilidad de que la casa le pertenezca a la prima de Sirius, igual de sangre pura como que tú, Bellatrix Lestrange.

—¡No! —gritó.

—Bueno, es evidente que nosotros también preferiríamos que no la tuviera —explicó Dumbledore con calma—. Bellatrix podría presentarse en la vivienda en cualquier momento. Como sabes, hemos decidido abandonar el edificio hasta que se aclaren todas las cuestiones.

—Pero ¿cómo van a averiguar si se me permite ser el nuevo propietario?

—Por fortuna, existe una sencilla manera de comprobarlo.

Dejó su taza vacía en una mesita.

—Verás —prosiguió Dumbledore, mirando de nuevo a Cassiopeia—, si resulta que has heredado la casa, también habrás heredado...

Agitó la varita. Se oyó un fuerte «¡crac!» y apareció un elfo doméstico con una narizota similar a un hocico, enormes orejas de murciélago y unos grandes ojos inyectados en sangre.

—... a Kreacher —terminó Callie por Dumbledore.

—Exacto.

—Kreacher se siente avergonzado con su ama Cassiopeia—el elfo doméstico con voz ronca, al mismo tiempo que daba fuertes pisotones con sus largos y deformes pies y se tiraba de las orejas—, Kreacher se siente mal por sentir el odio de la ama...

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