8. Frente a frente

Start from the beginning
                                    

—Así que ahora soy una perra asquerosa, ¿eh? Tienes razón en algo, fui mala. Debí matarte y dejarte tirada al lado de tu padre, así nos ahorrábamos esta mierda.

—¿Y qué esperas? —murmuró, segura de que ese sería su fin.

Pero Aliz al parecer quería prolongar su tortura. La soltó un instante, pero ni siquiera la dejó caer al piso. Antes de que pasara, la cogió del cuello, ahorcándola.

—Por suerte para ti, no soy tan piadosa —le dijo mientras apretaba su cuello. La voz de la vampiresa le llegaba lejana, como en una pesadilla. Perdía el aire, ya no podía ver—. Así que vivirás, y pensarás todos los días de tu perra vida en como maté a tu papi, y como no pudiste siquiera mover un dedo para salvarlo.

En ese momento lo soltó. Danielle iba a caer de espaldas, y su primer impulso fue sostenerse de algo. O de alguien. Tampoco fue su intención, pero mientras caía, su mano izquierda la tocó. La arañó. Antes de acabar de espaldas al piso, la escuchó gritar.

—¡Aliz! —la llamó Diego. Ella aún intentaba recobrar el aire, entender qué pasó. ¿Eso fue un grito de dolor? ¿Qué hizo?

—No pasa nada, estoy bien... estoy...

Desde el piso, Danielle la vio mientras se incorporaba. Aliz tenía el brazo con dos arañones en apariencia superficiales, pero de color rojo intenso que empezaba a sangrar. Y a hincharse. Entonces lo recordó, se miró la mano izquierda y allí estaban. Solo alcanzó a ponerse dos de los anillos de garra que le dio Lanslet, pero él tuvo razón. Eso fue suficiente para herir a Aliz, para hacer gritar de dolor a la criatura que hizo huir a su familia.

—¿Qué te hizo? ¿Qué mierda es eso? —Diego la sostuvo, Aliz de pronto parecía algo mareada.

—No te preocupes por mí, no dejes que esta se vaya. Voy a estar bien. —La vampiresa se llevó una mano a la herida, la apretó, y la vio apretar los ojos y la mandíbula—. Mierda, sí que duele... No me pasaba desde hace tantos años...

—Pendeja, no lo tomes como si fuera una aventura. Esas cosas son peligrosas, ¿no?

—No tanto para mí. Ahora, coge la daga. —Diego obedeció de inmediato, y eso la hizo reaccionar. Danielle se puso de pie, avanzando hacia el chico.

—Eso es mío, no tienes derecho a tenerlo si quieres ser como ellos —le dijo, él la miró de pies a cabeza, y contuvo una risa.

—¿Piensas que porque le perdonaron la vida puedes amenazarme a mí? Ubícate, ¿quieres? ¿O no entendiste la parte de que ahora le perteneces a nuestra señora?

—¿Y qué parte de que la odio y no me importa lo que diga no quedó clara?

—Solo llévala adentro, no tienes nada que negociar con ella —dijo Aliz, sin siquiera mirarla.

—¡No voy a ir a ninguna parte contigo!

—¿Y a dónde vas a volver, chiquilla estúpida? —le dijo Aliz—. ¿Con la familia que te dejó como sacrificio? Ellos sí saben lo que implica pagar el precio, de seguro sabían que esto podía pasar. Te usaron, ¿ahora sí está claro?

—¡Ya lo sé! ¡No soy estúpida! Y si te acercas, te juro que te voy a arañar toda la puta cara y vas a pasártela chillando toda la maldita noche. —Como si de verdad fuera capaz de amenazarla, levantó la mano, enseñando sus anillos—. Y tengo más de estos, por si te siguen quedando las ganas de ahorcarme.

—Ah mierda, nos salió malcriada la pendeja —se burló Diego, y ni siquiera Aliz parecía la vampiresa enojada de hacía un rato.

—Ya te dije, llévala adentro. No creas que te vas a librar fácil, estás aquí para pagar lo que tu papito le hizo a José Alonso.

—¡Y tú lo mataste! ¿Qué demonios hay que pagar? ¡Tú eres la que nos quedó debiendo!

—Verás, criatura, hay normas que incluso los cazadores antiguos respetan.

Aunque Aliz luchaba por mantenerse firme y aparentar que todo estaba bien, Dani empezó a notar que no era así. Su frente sudaba, la herida que le hizo seguía sangrando.

—¿Qué es eso de pagar el precio? —Aliz no respondió, se miró la herida, y parecía preocupada.

—Significa —contestó Diego— que tu familia te entregó a ella.

—¿Para qué?

—Para que empieces el proceso de transformación.

—¡¿Qué?! —gritó horrorizada.

Retrocedió un paso, y aun sabiendo que no tenía a dónde irse, tuvo el impulso de correr. Pero fue justo en ese instante que Aliz no aguantó más. Cayó de lado, de cara al piso. Diego se agachó de inmediato para socorrerla, y ella pensó que podía aprovechar ese momento.

—Ah, no, no, pendejita. De acá no te vas sin resolver la cagada que dejaste.

Danielle se giró, apenas dio unos pasos para salir del callejón, cuando Diego la alcanzó.

—¡Suéltame! ¿Qué te crees? ¿Qué puedes hablarme como quieras? ¡No estamos al mismo nivel!

—¿A mí qué me importa? Ya escuchaste a la señora, vienes conmigo.

—¡Que me sueltes! —forcejeó, incluso lo arañó, pero este apenas se quejó.

—Nos saliste brava, angelito —se burló el otro.

—¡Ay, cállate! Qué insoportable eres, no entiendo como le puedes gustar a Milla.

—Me la como bien y rico, ¿no te ha contado?

—¡Asqueroso! ¿Cómo puedes estar del lado de ese monstruo asesino?

—Si, si, lo que digas.

—¡Suéltame! —gritó al tiempo que la levantaba y empezaba a llevarla al edificio. A pesar de lo que creyó, sí que era fuerte. Cuando enfrentó a Almeric no le pareció para nada.

—No puedo con una que patalea, y otra convaleciente. ¡Alonso! ¡Sé que estás escuchando! Levanta el puto trasero y ven a ayudarme.

—No puedo, hay sol.

Danielle miró arriba, y sí, allí estaba José Alonso. Seguía viéndose débil, pero vivo. Y pensar que él fue el que eligió su padre para ser el primer asesinato.

—Yo puedo sola. —Aliz se levantó apenas con algo de esfuerzo—. Tú encargarte de ella.

—Ya escuchaste, nos vamos a nuestro nuevo hogar.

Diego la siguió arrastrando, y ella se cansó de resistirse. Igual no tenía a dónde ir, ya no estaba a salvo. Si no la mataba Aliz, moriría por la maldición. Al menos allí tenía a dos vampiros a los que podría matar al primer descuido.


**************

Y así fue como Danielle se unió a una pandilla callejera okno



Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


Frontera de cazaWhere stories live. Discover now