—Soy Ada —contestó mi niña sonriente.

—Es un gusto, Ada —le dijo él.

—Chicas, tenemos que irnos, aún tenemos que comprar mucho para tu habitación, y para la de Rebeca —intervino Ana.

—Quiero ir al baño —dijo Ada.

—Ay, Dios, vamos a buscarlos —Ana se llevó a Ada y iba a ir con ellas pero escuché su voz.

—¿Eres madre?

—¿Qué quieres Izan? —fui brusca, me quería ir, sé que tal vez él debería saber que tiene una hija, pero, ¿Cuál sería su reacción al enterarse?

—Antes solo saber de ti, de cómo has estado, pero ahora, ¿Cuántos años tiene Ada? —se notaba enojado, no es tonto, sabe que hay posibilidades de que Ada sea su hija, sus ojos iguales, su nariz, su boca.

Todo, menos su cabello era igual a él.

Pero no estaba preparada para decirle la verdad, aún no.

—Tres años.

—¿Cuándo cumple los cuatro?

—El otro año —mentí, en realidad ya cumplió los cuatro años hace una semana—, ¿Terminaste con tu interrogatorio?

Él negó con la cabeza.

—Solo una pregunta más.

Bufé.

—¿Por qué me respondiste todas las preguntas en vez de ignorarme o decirme un «No tiene nada que ver contigo»?

Mierda.

Ya estaba entrando en pánico.

—Si estás pensando en la posibilidad de que Ada sea tu hija —hice una pausa—, es mejor que lo olvides, Izan.

—Espero no me estés mintiendo, Rebeca.

—¿O si no qué?

—Sabes que si me mientes lo descubriré —sí, lo sabía.

Sin embargo...

—No te estoy mintiendo, Izan Roberts.

—Eso espero, Rebeca Walsh.

En ese momento volvieron a llegar Ana y Ada.

—Vámonos —les dije.

Vi a Izan de reojo, estaba mirando con el ceño fruncido a alguien, que seguro ya estaba temblando al ver su mirada intimidante.

—Espera —lo escuché decir.

—¿Qué demonios? —murmuré cuando se puso a mi lado.

—Paparazzis, nos estaban viendo —murmuró de mal humor.

—¿Por que demonios hay...? —me respondió antes de que terminara de preguntar.

—Mi madre —me dijo.

Oh, perfecto, claro, su madre era una actriz famosa y aunque ya no trabajaba los paparazzis la seguían amando.

Le iba a decir que se alejara, pero recordé de que podrían haber tomado fotos de nosotros y de Ada.

—¿Y se lo tomaron una foto a Ada? —deje de caminar, Ana me miró confundida y le hice un gesto para que se alejara un poco con mi hija.

—No nos vieron, pero tienen que irse las tres, sabes perfectamente cómo es esto de los chismes.

—¡Claro que lo sé, estuve en sus chismes por cinco meses! —exclamé en voz baja.

—Si te ven aquí, con Ada, y a mi lado.

Seremos felices ✔Where stories live. Discover now