Capítulo uno.

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≻───── ⋆❀⋆ ─────≺Aroma de ensueño ≻───── ⋆❀⋆ ─────≺

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Aroma de ensueño
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El calor del aire caliente lo tenía exhausto, anotó mentalmente comprar un aire acondicionado para el local, eran insoportables las temperaturas actuales, a pesar de casi ser abril.
Ya era de mediodía, pero Nahuel no se veía por ningún lado, era particularmente extraño que no estuviera ya trabajando, pero inconcientemente no parecía algo malo; cómo si supiera que Molina llegaría en algún momento

Pero, para su sorpresa, el único que entró por la puerta aquella mañana fue aquel cordobés que el día anterior quedó grabado en su memoria. Lo miraba desde la entrada, con una sonrisa agradable.

Lisandro intentó recordar si Otamendi había pedido algo más, pero quizás la visita del morocho se debía a un abastecimiento propio y no de su lugar de trabajo, aunque el horario de su llegada era extraño.
Estas horas eran dónde más clientela había en la parrilla de su amigo, ¿un pedido de urgencia?

Mientras buscaba en su mente los motivos, Cristian, no había olvidado su nombre, no quería hacerlo, se acercó hacía él.
Caminó a paso lento hasta el mostrador, sin apartarle los ojos de encima, con aquel brillo oscuro que tenía el color opaco y café de su mirada.

“Me encontraste, Licha.”
Dijo Cristian.

“¿Te encontré?”
Preguntó Lisandro, pero la única respuesta que obtuvo fue el roce de los abultados labios del menor, se sintió extasiado por el sentimiento de aquel simple y mínimo contacto. Hace años que no besaba a alguien, pero no tenía ninguna inseguridad de hacerlo si se trataba del cordobés.

“Soy yo, ¿no te das cuenta?”
Ambos se inclinaron, buscando el contacto de los belfos del otro, sentía un anhelo inaudito por cubrirlo con su aroma.

Era cómo si la presencia de ambos fuese lo correcto, cómo si se hubiesen conocido toda la vida y ahora sus cuerpos tan solo se extrañaran entre si.

Cómo si se hubiesen esperado siglos, cómo si fuese el destino.

Pero antes de que pudieran concretar aquel deseado beso, Cristian llevó sus manos a la garganta de Lisandro. Lo estaba ahorcando, aunque mantenía una mirada serena; muy distinta a su accionar.

Cuando el aire se le estaba yendo por completo, finalmente abrió sus ojos; encontrándose con el obeso cuerpo de su perro sobre su estómago, lo estaba asfixiando de la forma más adorable posible.
Se enderezó así mismo sobre el colchón, con la respiración aún agitada, pero si había algo más agitado que sus propios pulmones era su cabeza.

Soño con un completo desconocido, y lo peor es que le hubiese gustado que el final fuese diferente.

Vió de reojo la hora en su celular, aún era temprano, pero demasiado tarde para intentar continuar su viaje onírico. Suspiró desanimado, sentía su alfa revolotear en su interior; estaba de muy buen humor.
La relación que llevaba con aquel instinto era complicada, Lisandro intentaba siempre complacer a su parte más animal, pero aquella era muy difícil de comprender.

Aroma cordobés | Lisandro & Cristian Donde viven las historias. Descúbrelo ahora