Capítulo 1. Resquicio

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Agosto, 1976.

Una Megan de dieciséis años preparaba el desayuno a las siete y cuarto de la mañana. La fruta, ya en cubos, estaba en un cuenco en el centro de la mesa; el té favorito de su madre, reposaba en la tetera; y en un plato junto a la fruta, estaban las tostadas y los scones de arándano esperando a ser untados con mantequilla y mermelada de naranja.

La adolescente escuchó la puerta de la calle abrirse y cerrarse, anunciando la llegada de su madre, justo en el momento que ella apagó la flama de los huevos fritos con tocino.

—Buenos días, cariño —saludó Juliette, unos segundos después. Se detuvo en el umbral de la habitación, con una sonrisa, admirando a su hija dominar la cocina, y luego tomó asiento en la cabecera de la mesa. Lucía exhausta.

Megan giró para ver a su madre, al tiempo que llevaba la sartén de los huevos a una rejilla en la mesa. —Hola, mamá. El desayuno está listo.

Estaba bastante orgullosa, siempre era un logro para ella poder levantarse muy temprano a cocinar para su madre. Faltaban pocas semanas para que regresara a Hogwarts, quería aprovechar el tiempo que le quedaba apoyando a Juliette en lo que pudiese.

—Huele delicioso, cariño.

Madre e hija comenzaron a engullir su desayuno tranquilamente durante unos minutos, hasta que Megan rompió el silencio: —¿Cómo estuvo la noche?

Juliette resopló, parecía más agotada que otras veces. —Caótica —bufó—. Llegó de urgencia un hombre herido a causa de un embrujo que salió mal. Y como si eso no fuera lo suficiente malo, también iba ebrio —rodó los ojos—. Traía varios miembros desprendidos, pero pudimos colocarlos todos en su lugar, excepto por su brazo derecho. Cuando lo despertamos, el hombre no dejaba de gritar por su extremidad arrancada. Los trabajadores del Ministerio trabajaron horas extra buscando el brazo.

—¿Qué? ¡Por Merlín! ¿Y lo encontraron?

—No —negó—. Resultó que ese brazo ya lo había perdido mucho antes y no lo recordaba porque estaba ebrio.

Megan soltó una risa, al tiempo que tomaba un bollo de arándano y le untaba mermelada de naranja. —Qué idiota. ¿Quién no recordaría la amputación de su brazo?

—Pues él, estaba tan borracho que no se acordaba ni de su nombre, Meg.

Ambas rieron. Eran esos momentos con su madre que Megan más extrañaba cuando se iba al colegio. Se le apretó un poco el corazón.

—En fin, ¿a ti cómo te fue, cariño? ¿Tuviste algún problema en la noche?

La adolescente negó. —Todo tranquilo, mamá —contestó, después de morder su bollo—. La única novedad es que llegó la carta de Hogwarts —añadió, señalando el pergamino en la encimera de la cocina.

—Oh, bien —dijo su madre, sin preocupaciones—. El fin de semana iremos a comprar tus útiles, Meg.

Juliette trabaja impecablemente en San Mungo, y aunque el Hospital no le pagaba tan bien como para solventar lujos, ella se las arreglaba sola para cubrir todos los gastos de la casa, la escuela de Megan y algún capricho esporádico que les surgiera. Además, contaba con algunos ahorros en su cámara en Gringotts. No le gustaba regatear con las necesidades de su hija.

Megan asintió con la cabeza una vez, pero no comentó nada al respecto, bajó la mirada y dio por terminado su desayuno. Luego, se dedicó a mover desinteresadamente lo que quedaba de fruta en el plato.

Juliette conocía ese gesto, Megan lo había hecho durante todas las vacaciones, y ella no sabía si su hija quería confesarle algo o simplemente eran cosas de adolescentes.

WOMAN'S WORLD || James PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora