Capítulo único

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El día de San Valentín probablemente era uno de los días más deseados por la mayoría de personas alrededor del mundo. Los comerciantes vendían flores y regalos por montón, los restaurantes se llenaban hasta no caber ni un alma más y los parques se inundaban de parejas caminando y disfrutando juntos el aire libre. Era un día que beneficiaba a muchísima gente.

Por supuesto, a Megumi Fushiguro no le podía importar menos el día de San Valentín.

O eso era lo que pensaba, porque justo en ese minuto estaba viviendo algo que jamás se le cruzó por la cabeza que le podía llegar a pasar.

Se le estaban confesando detrás de la escuela.

Y no, aquello no era lo más extraño. Después de todo, para su desagrado, era considerado uno de los chicos más atractivos de primer año —o eso era lo que le decían Itadori y Nobara, quienes eran sus amigos y también compañeros de clase—, y provocaba que con bastante frecuencia recibiera confesiones de este estilo.

Sin embargo, lo que más le resultaba extraño de toda la situación era precisamente la persona que tenía frente a él y le estaba diciendo palabras que nunca creyó que escucharía.

—¿Qué... acabas de decir? —preguntó Megumi, pensando que quizá había escuchado mal. Porque sí, debía ser una total confusión.

Sukuna Ryomen ladeó la cabeza hacia la izquierda, llevándose también la chupeta que tenía en la boca a un costado.

—Acabo de decir que me gustas, Fushiguro —repitió Sukuna, rascándose la cabeza—. Me gustabas desde hace mucho, pero como eres amigo del idiota de mi hermano, no dije nada. Aunque el enano ya lo había descubierto.

Entre más hablaba, más le resultaba irreal todo lo que estaba sucediendo.

—¿Qué...? —farfulló Megumi, intentando que su cerebro se detuviera por un segundo porque percibía cómo todas las ideas y pensamientos se revolvían en el centro de la cabeza.

Sukuna respiró alto, como si estuviera cansado.

¿Le gustaba a Sukuna Ryomen, el hermano mayor de su mejor amigo, quien desde que tenía uso de razón lo había molestado por un sinfín de razones? ¿El chico que lo llamaba "Cabello de erizo"? ¿El mismo Sukuna que en cuarto grado le había metido una rata en los pantalones de educación física?

¿Le gustaba a ese Sukuna?

Megumi usualmente no perdía la compostura. De hecho, siempre era visto como un chico serio y firme en todas sus decisiones.

Pero aquel preciso instante lo estaba superando. No entendía nada. Y más teniendo en cuenta la expresión despreocupada que tenía Sukuna.

—Yo creí que... —masculló Megumi, deteniéndose un segundo. Aunque se conocían desde hace mucho tiempo, Megumi en cierto momento llegó a pensar que le caía mal a Sukuna o no era de su total agrado por todas las cosas que le hacía.

—No estoy esperando que me respondas, solo que hoy es ese estúpido día de San Valentín, así que pensé que sería apropiado decírtelo —continuó hablando Sukuna, caminando hacia Megumi con pasos lentos. Se detuvo cuando estuvo a unos centímetros de su cuerpo, Megumi solo lo observó con el ceño arrugado—. Me gustas, Fushiguro. Solo quería decírtelo.

Y, repentinamente, agarró la mano de Megumi y le abrió la palma. Allí depositó uno de los bombones de frambuesa que estaba probando justo en ese momento, sabía bien que era una de las chupetas favoritas de Sukuna.

—Nos vemos después, cabello de erizo —dijo sin más, dándole una palmada en el hombro y pasando a su lado con el conocido vaivén que lo identificaba, como si fuera el rey de todo el lugar.

Besos con sabor a frambuesa |SukuFushi|Where stories live. Discover now