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Día de la adopción

Los meses desde su llegada, para el pequeño Mehmet, habían sido eternos, parecía que su pesadilla en carne propia no iba a terminar más. Estaba en un país y una ciudad que desconocía totalmente, sus costumbres, su lengua, su óptica de la realidad.

No lo entendía, y poco a poco lo iba dejando de lado. Lloraba todas las noches por pesadillas borrosas que le provocaba la soledad; que le arrancaba y le partía su corazón a trozos. Pero un ángel, caería, para salvarlo de aquel infierno feroz.

Luana había llegado lo más rápido posible apenas la habían llamado, con el corazón a mil. Le habían hablado de un pequeño egipcio, que había soportado las barbaridades que le podían producir a un pequeño de dos años y medio; recién llegado del Sinaí.

La ansiedad era palpable, pronto, dos mundos, se complementarias, se entenderían; serían lo que mejor pudo haberles pasado. Sin darse cuenta, Luana le había salvado la vida.

— As-salamu alaikum* — saludó el embajador egipcio en la Argentina. — La señorita Luana, ¿no es cierto? — confirmó con el pasaporte sirio en su mano.

— Buenas tardes, si soy yo — sonrió apresurándose a seguirlo.

— Es un placer que una hermana árabe de Siria, que tanto queremos a su país, se haga cargo de un pequeño compatriota.

— Oh por favor, para mi es un placer, y cuando me describió su situación, quise apresurarme a darle un hogar — murmuró ella con apuro.

Entraron a una sala, donde colgaban banderas egipcias, y algunas pinturas de arte renacentista. Ella observó la habitación cálidamente amueblada, y se sentó en frente de un escritorio de caoba.

— Traigan al niño — pidió el Embajador desde la puerta.

Los minutos que siguieron, parecían años, su impaciencia crecía, quería tenerlo entre sus brazos, y verificar que estuviese bien. Unos pequeños pacitos se hicieron presentes en la sala, y un pequeño egipcio entró a la habitación, con algunas heridas en su cara.
Al instante, ella se arrodilló frente a él, mirándolo con angustia, angustia de una madre.

— Mehmet, satakun 'umuk , wasatabqaa mieaha. (Ella será tu mamá, te quedarás con ella) — le habló pacientemente el embajador.

El pequeño Mehmet la miró, se parecía mucho a alguien, con quien compartió tan poco tiempo, que se sentía tan cerca, pero tan lejos a la vez.

— Mehmet, habibi, kayf halika? (¿Cómo estás?) — preguntó ella, con un nudo en la garganta por sus lastimaduras.

A Mehmet se le iluminó el corazón, le tembló el alma, que estaba frente a alguien que lo entendía, que la había puesto en su camino Allah. Sus mundos habían coincidido para convertirse en uno solo.
Mehmet no contestó, se posó sobre el hombro de Luana, y se dejó abrazar; un gesto tan simple, que hace tanto tiempo que necesitaba. A ella le tembló el corazón, de la emoción, no podía contener los sentimientos encontrados con ese pequeño que conoció instantes atrás. Lo que había pasado, le dejó marcas, y ella se las iba a curar.

— al'umu (mamá) — susurró en su oído.

Şehzade Mehmet #PGP2023Where stories live. Discover now