5. La lista (Solly)

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—Ahora lo entiendo todo. Me has utilizado. Nunca me has querido —gritó Gośka, abofeteando a Solly, que tuvo que agarrarla de los brazos.

—No digas tonterías. Si nunca te hubiera querido, ni siquiera estaría aquí contigo y ni te habría perdonado tus aventuras. Me daría mucho asco acostarme contigo sabiendo que eres una puta de los nazis —replicó Solly, arrepintiéndose de lo último que soltó. ¿Acaso no entiendes que la vida es difícil para mi? Tú tienes lujos y libertad. Yo tengo que vivir en esta mierda aguantando insultos y arriesgando mi propia vida por si puedo ser el siguiente que ese cerdo va a disparar en su balcón. Me la he jugado todos estos meses para encontrarme contigo. Y todavía dices que nunca te he querido. Ahora es cuando más que nunca te quiero.

Gośka seguía llorando. Solly tenía razón, pero no concebía una vida sin él. No después de lo que habían compartido. La vida era muy injusta.

—Si pudiera hacer algo para ayudarte... —balbució Gośka, dejando de llorar.

—Vuelve a Cracovia. Allí estará Wojtek. Él te ayudará.

—Wojtek dejó Cracovia a principios del año pasado. Mataron a su padre y él tuvo que huir. No sé a dónde ha ido, pero seguramente esté con la Resistencia. Es propio de él.

Hablando sobre el destino de Wojtek, Gośka recordó algo que debía decirle a Solly. Mucho más importante que la destitución.

—Solly, después de meses, he conseguido saber dónde está Lena. Me ha costado mucho, pero por fin puedo decirte qué sé de ella. Como nos temíamos. Está en Auschwitz. Una de las guardianas de aquí estuvo allí destinada y me estuvo contando hace unos días que tiene a su servicio a una judía que por su descripción y el nombre, cuadra exactamente con el de Lena.

En ese momento fue Solly el que se echó a llorar, sin saber si era de desesperación o de alivio. Lena seguía vivia, si aquella zorra —así veía a todas las guardianas— no había mentido. Pero estaba en un lugar donde poco importaba si lo estaba. De todos los campos, Auschwitz era el peor donde se podía acabar. Gośka abrazó a Solly, que pensando en las calamidades que podía estar sufriendo su hermana se desesperaba más.

—Ahora más que nunca, debo sobrevivir. Y luchar para reencontrarme con mi hermana. Gośka, querida, he de irme ya. Espero que tengas suerte en la vida y que nos reunamos pronto. Pero antes tienes que prometerme una cosa.

—Lo que sea.

—Que pase lo que pase, te mantengas fiel y me esperes. Y, si Lena llega a ti, cuídala. Ella siempre te apreció y no permitía que habláramos mal de ti.

Gośka besó apasionadamente a Solly, sellando la promesa. Haría cualquier cosa por él. Permaneció allí un rato más cuando Solly aun ya se había marchado. Con parsimonia, caminó y fue hacia la casa en la que había habitado con Göth para recoger sus pertenencias. Vio que tenía muchas joyas que le había ido regalando y supo que debía venderlas. Le darían un dinero y con ello podría subsistir.

Pero una cosa estaba clara.

No podía volver a Cracovia. Allí la conocían todos y no veían con demasiados buenos ojos que fuera la amante de un nazi. Muy a su pesar, tendría que irse a Varsovia, que era la ciudad más grande que se le ocurrió. Allí por lo menos sería otra polaca más y nadie haría demasiadas preguntas. Pasó por última vez por el cobertizo para despedirse de él y en la puerta, observó una libreta. La cogió y la examinó.

Era el diario de Solly.

Se le debió haber caído ese día cuando iba a su encuentro. Gośka sabía perfectamente qué contenía, ya que Solly se lo leía con todo lujo de detalles. Lo guardó en su maleta. Sabía que tenía un gran valor y esperaba devolvérselo algún día.

La promesaWhere stories live. Discover now