Capítulo 02: A mi lado, nunca sobrarás

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—No te ofendas, pero tu obsesión con los dones es patética

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—No te ofendas, pero tu obsesión con los dones es patética.

Casi por instinto, termino posando el dedo índice sobre su clavícula. El pecho de Nathaniel sube al entrar en contacto con mi piel, poniéndome los pelos de punta.

—¿Qué otra cosa esperas que quiera? —suspiro, empezando a bajar por su dorso desnudo hasta llegar al abdomen.

Ambos contenemos la respiración.

—A mí, por ejemplo —responde.

Sus ojos negros se detienen por un momento sobre los míos, analizándome. Nathaniel y yo llevamos casi dos años juntos, el tiempo exacto que mamá empezó con su proyecto de mierda gracias al cual se alejó de esta casa. Podría culparla por esto, pero a la única persona a la que odio por enamorarse es a mí misma.

—Tú no vas a hacerme encajar —replico, incapaz de alejarme de él, o incapaz de querer siquiera hacerlo—. No vas a arreglarme. Ni a completarme. No vas a hacer nunca por mí lo que un don sí podría.

—Subestimas mis capacidades, linda.

—Entonces haz algo —digo, casi rogándole—. Sálvame.

Parece un reto para él. Todo para Nathaniel es un chiste, o una amenaza demasiado peligrosa como para enfrentarse a ella.

La luz de la luna apenas consigue iluminarnos. Es lo que tiene tumbarse en la terraza de un edificio bastante bajo a comparación de otros. Alrededor, la oscuridad de la noche es lo único que parece abrazarnos, dándonos la sensación de intimidad que siempre hay entre nosotros.

—Ya te he dicho que lo haré. Nos sacaré a ambos de este basurero, Gia, te lo prometo.

Tan lindo que tenías que cagarla.

—No me llames Gia.

—Creí que me había ganado el derecho hace ya bastante.

Hemos fruncido el ceño al mismo tiempo, empezando la guerra a la que, de un modo u otro, terminamos llegando bastante seguido.

—Amor, sabes que solo mamá me llama así. Y no, no es precisamente tierno que me recuerdes a ella —explico una vez más, viéndolo poner los ojos en blanco.

De la frustración, termino por alejarme de él.

—Todo el tiempo es lo mismo. ¿Por qué me da la impresión de que crees que tu mamá va a odiarme? —vuelve a enfurecerse, incorporándose para sentarse junto a mí. La manta en la que estábamos tumbados se arruga debajo de su cuerpo—. Si quieres enviarme a la mierda ahora que está de vuelta, genial. Hazlo. Ya estoy harto.

No puedo evitar que se ponga de pie, ni mucho menos que se aleje de mí, avanzando hasta las escaleras. Nathaniel es tan irascible como un animal, basta con un movimiento en falso para que su instinto lo obligue a defenderse.

Deja que brille ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora