sipnosis

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Por el año 1200.

Tierras Altas, Escocia.

Desde una de las colinas más altas, Amanda, la reina de los vampiros, contemplaba aquellos parramos salvajes y bellos bajo la luz de la luna y las estrellas. Hacia poco que había vuelto a ser madre, y esta vez de una hermosa niña de pelo negro azabache y ojos cafe claro. Su amado esposo ya decía que sería su vivo retrato, tanto en aspecto como en personalidad.

Ese comentario la hacía sonreír, pero ahora no estaba para sonrisas. No en ese momento.

-Creo que debo felicitarte, ¿no? -dijo una voz femenina a sus espaldas.

Amanda no le sorprendió al escuchar aquella voz, llena de sarcasmo y arrogancia. Volviéndose vio a la dueña de dicha voz angelical pero llena de maldad. No era otra que Nicole Van Karmila, una hermosa vampira de largos cabellos pelirrojos y ojos ahora rojos, pero que antaño fueron de un verde esmeralda únicos.

En otro tiempo, Amanda se habría alegrado de verla, pero ahora ya no.

-Has sido tú, ¿no es cierto? -dijo Amanda directa y sin tapujos-. Tú has hecho que atacaran a mi esposo para llevarte a mi hija.

En respuesta, Karmila sonrió de oreja a oreja, sin molestarse en negar dichas acusaciones.

-¿Por qué? -preguntó Amanda exigiendo una explicación.

-¿No es evidente? Porque deseo poder, y tu hija puede darme dicho poder.

Sus palabras confirmaron los peores temores de la reina; Karmila sabía del don que su hija traía consigo, y si ella lo sabía, todos los vampiros que estuvieran confabulados con la pelirroja vendrán a por ella.

Vio como Karmila extendía la mano hacia ella con la palma hacia arriba.

-Entregame a tu hija, Amanda. -dijo ella-. Sé que seré una digna compañera suya.

-No sabes lo que dices -dijo Amanda, rechazando su petición (si es que se podía llamar a eso petición)-. Mi hija, cuando crezca, será libre de elegir a su pareja eterna. Y te puedo asegurar de que no serás tú. -Su aura se manifestó a su alrededor, dejando claro su inmenso poder-. No te atrevas a intentar llevártela de nuevo, Nicole. Te lo advierto; no tendré piedad.

Esa muestra de poder no impresionó a la pelirroja. De hecho, sonrió antes de desaparecer y aparecer detrás de la reina, asomando la cabeza por encima de su hombro derecho.

-No hagas promesas que no puedes cumplir, hermana.

Con eso dicho, la vampira desapareció dejando sola a la reina, quien con pesar tuvo claro que tendría una guerra con la que fue su mejor amiga, casi una hermana, para ella.

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