🚌Capítulo 5🚌

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—¿Cuál es la buena?

—Del uno al diez, ¿cuánto te gustan los viajes por carretera?

Dos horas hemos tardado en llegar a Fort Collins, una ciudad que, según el conductor indio del uber, se encuentra al norte, prácticamente en la frontera con Wyoming

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Dos horas hemos tardado en llegar a Fort Collins, una ciudad que, según el conductor indio del uber, se encuentra al norte, prácticamente en la frontera con Wyoming. El viaje me ha servido para recuperar algo de sueño, lo del jet lag es un mal invento divino.

Un deteriorado cartel de rent a car nos ha recibido en la dirección que una amistad de San Francisco le ha recomendado a Mael y ahora nos encontramos en un inmenso descampado lleno de vehículos estropeados, lo que viene siendo un desguace. El tipo que dice trabajar aquí habla un inglés chapurreado imposible de entender incluso para expertos en el idioma como Mael. Sus pintas tampoco ayudan, no sabría decir cuál tiene más grasa, si el mono azul con el que viste o la melena rubia que cae por sus hombros.

Me río ante la perspectiva de estar viviendo una escena típica de película, sin saber en qué momento el guionista decidirá que es hora de tocar fondo.

—¿Tu brillante idea de llegar a Los Ángeles por carretera incluía eso? —pregunto señalando una destartalada furgoneta camper de color amarillo.

Mael ladea su cabeza a ambos lados, como un perro cuando no entiende algo, intentando encontrar un buen ángulo con el que mirar el desastroso vehículo que nos ha ofrecido el del mono azul. Por su incrédula mirada de sorpresa, no soy capaz de intuir lo que pasa por su mente.

—Es imposible siquiera que arranque, Mael; por favor, dime que no estás considerando la posibilidad de montarnos en esta tartana.

—¡Oh, vamos, no es para tanto! Puede ser divertido. —Sonríe.

—¿Diver...? —Suspiro pellizcándome el puente de la nariz, clamando paciencia—. Arriesgarnos a quedarnos tirados en mitad de la nada no suena muy divertido, la verdad. No sé qué parte de que necesito llegar a Los Ángeles no terminas de entender.

Intento que no suene a regañina, pero el desentendimiento de Mael con la vida y mi situación me hacen ponerme a la defensiva.

—Ratona —dice girándose hacia mí para mirarme a los ojos—, me he prestado a ayudarte, ¿no es así? —Pausa y asiento con la cabeza—. Te prometo que vamos a llegar a Los Ángeles. Confía en mí.

Confía en mí. Las mismas palabras que solía decirme cada vez que me metía en algún lío en el instituto y él sacaba la cara por mí. Las mismas palabras que me salvaron exactamente tres veces de ser expulsada por supuestos actos delictivos que incluían el apropiamiento de tizas y material escolar, el robo de exámenes y venta de respuestas, o el hacer pellas para sentarnos en una piedra a contarnos la vida mientras fumábamos los cigarros que conseguía robarle a mi padre.

Miro por encima de su hombro hacia el anticuado vehículo que es supuestamente la solución a mi problema y no otro impedimento más, y suspiro en rendición. Cuando una no tiene más opciones ni el dinero suficiente para costearse otro tipo de transporte se aferra a cualquier cosa y mi cualquier cosa es, sin duda, esa camper.

Lo predijeron las cartasWhere stories live. Discover now