La Cena

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El cuchillo pasó sobre aquella carne, abriéndola en lo que se enterraba en sus músculos, perforandolos en una línea recta mientras la sangre brotaba, deteniéndose solo hasta llegar hasta el hueso, ejerciendo una leve presión sobre este para así terminar de cortar aquel pedazo.  

A la luz de las velas, en aquel hogar construido a base de piedra negra y vitrales de rojo a sus espaldas, sobre aquella mesa de manteles rojizos y platos de oro blanco, se encontraba aquel lobezno imponente y solitario, divisando su alrededor, haciendo un pequeño énfasis en las sillas vacías y empolvadas que lo rodeaban mismas que fácilmente podrían verse acompañadas si tan solo alguien quisiera tener el atrevimiento de conocerlo, acompañarlo, amarlo...

Da igual, La Vida se había divorciado de él hace tanto que ya no quedaba cicatriz que diera paso a dolor alguno.

Llevó a su boca aquel pedazo de carne rojiza rebosante de sangre y sazonada con miedo, deborandolo en sus fauses mientras gruñía en éxtasis, cerrando sus ojos ante el placer de probar bocado más exquisito.

El cuchillo volvió a plantarse sobre aquella tersa piel, cortando con mayor velocidad otro tajo en un rudo frenesí, revelando las tripas de aquel que había tenido la desdicha de ser su víctima, con estas escurriendose a los lados del gran plato mientras él mordisqueaba la carne para posteriormente escupir el trozo de hueso que había venido con él.

El estómago, pulmones, hígado y corazón de aquel ser huían de las costillas que los retenían entre un torrente de sangre que poco a poco empezaba a desbordar del plato, llegando a la mesa para así avanzar por cuenta propia hacia el vacío, goteando lentamente en el suelo.

Se sentía bien.
El sabor de aquella sangre envolviendo su lengua en su metálico sabor mientras bajaba por su garganta entre pedazos de carne viva sin cocer era de lo más deleitable para aquel lobo nacido de los peores temores del hombre.
Cada bocado, cada parte de aquel cuerpo era perfecto, casi tanto como la personalidad que en algún momento lo acompañó.

Perforó con suma fuerza uno de los ojos de la víctima solo para posteriormente tragarselo sin más, retirándose de la dicha de presionarlo hasta hacerlo reventar para así descubrir su verdadero y embriagante sabor.

Poco a poco, lo que quedaba de aquel cadáver se iba reduciendo a la nada. Realmente no había mucho que desperdiciar, la lengua, corazón, cerebro e hígado eran en sí una delicia en sí mismos y sería una locura el desecharlos estando en tan buen estando.

Los huesos poco a poco se fueron arrinconado en un lado del plato, bañados en sangre y con retazos de piel aún adheridos a ellos, observando de forma horrida como cada parte de aquella piel y pelaje se iban directo a las fauses de aquella bestia, de aquel monstruo.

Respiró de forma profunda mientras se daba el deleite de saborear de mejor forma el último bocado de carne en su boca, pasando su lengua de lado a lado, presionandolo contra su paladar mientras miraba hacia arriba, sacándole todo el jugo que pudiera antes de tragar, contemplando en cada pizca de sabor el miedo que había absorbido su cuerpo momentos antes de morir.

Un manjar.

Dejó los cubiertos sobre el plato, dando por culminada su cena mientras se limpiaba los labios con una de las servilletas de tela que tenía a su par, contemplando con suma ternura los restos del héroe que creyó podría vencerlo, que creyó que podría burlarlo, que creyó que tendría piedad.

— Gracias por la cena, Gato —habló mientras ensanchaba su sonrisa hacia la cabeza ensangrentada y vacía de aquel singular héroe que ya no tenía lugar entre los vivos.

Ojalá todas las cenas fueran igual de singulares y deliciosas.  

The Dinner ft. PussDeath Where stories live. Discover now