El mal paso

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En un sitio remoto de Cutral-Co, Neuquén.

—Hoy ha vuelto a suceder.

— ¿Otra vez? — pregunta sorprendida y luego agrega con enfado — Esos pájaros mugrosos... No entiendo por qué de repente comenzaron a anidarse en el tejado.

—De camino aquí encontré tres pichones muertos. Fue horrible, no tenían cabeza.

El murmullo de las mesas se hizo escuchar con fuerza mientras el frío se apoderaba de los clientes más cercanos a la puerta ante el sorpresivo avance del viento helado que se introdujo durante el instante en que un hombre ingresó. Aún con la puerta cerrada, era inevitable oír el rugir de la tempestad embistiendo con fuerza contra las paredes del viejo bar.

— ¡Por Dios! Esta tormenta nos llevará con ella... Me hace acordar a la de diez años atrás...

— ¿Enserio crees que es cierto? — preguntó el mesero mientras cambiaba de tema en absoluto.

Sorprendida, ella contestó — ¿Eh? No sé a qué te refieres —hizo un breve silencio y al cabo de un instante comprendió la razón de la consulta — Ah, te refieres a... Por supuesto que no, sabes que no creo en esas cosas — contestó seriamente.

— Pero es llamativo... ¿O no? — insistió el joven.

— Sí, pero solo es eso, llamativo. Allí no hay nada que no conozcamos — sentenció la mujer.

— A qué te refieres — indagó él.

— Un asesino, allí hay un asesino Juan, un maníaco y psicópata de primera. El peor asesino sobre el que he oído hablar en todos mis largos años de vida — contestó tajante.

El joven mesero asintió con desgano mientras observaba con cierta preocupación los avances de la investigación policial en un pequeño y abandonado pueblo que se encontraba a no más de 30 minutos de viaje de allí. Buscaban desesperadamente a toda una familia cuyos integrantes habían desaparecido al pasar por la ruta Nº17 durante la noche anterior.

Afuera, el viento seguía azotando insistentemente con violentas ráfagas de nieve helada.

— No ma, creo que te equivocas. En Kuntul hay algo, algo distinto. Tengo amigos que lo han visitado y me han contado cosas terribles.

— Puro charlatanerio. Ya veras como encuentran a los Cooper antes de que oscurezca. De seguro bajaron a recorrer el pueblo y se perdieron en el bosque.

— ¿De noche? No creo madre...

— Juan ¡Por Dios! Déjate de tonterías y ve a juntar la mesa 24, ¡Rápido!, ve — gritó furiosa.

— De acuerdo madre... — contestó perezosamente.

El muchacho tomó la bandeja porta platos, una rejilla y un limpiavidrios, luego se dirigió a la mesa que le habían ordenado limpiar. Mientras tanto, un hombre de casi unos cincuenta años que estaba sentado en la barra llamó a la madre del joven haciendo ademanes con el vaso de whisky vacío.

— ¿Qué se le ofrece señor? ¿Quiere la cuenta? — preguntó despectivamente mientras se inundaba con el inmundo olor que el viejo traía encima.

— No, la cuenta no. Quiero otro por favor. Doble medida.

— ¿No cree que ya bebió demasiado? ¿Quién pagara su cuenta? Si quiere más deberá abonar por anticipado.

— No se preocupe buena dama, no es problema. Tome, cóbrese y quédese con la propina — le dice a la señora mientras le extiende un arrugado billete de cien pesos.

El mal pasoWhere stories live. Discover now