Por eso es el padre de todos los creyentes, no de todos los religiosos, que es distinto.

Los creyentes son los que escuchan la voz del Señor a salir de su tierra, ponerse en camino hacia una tierra que él les promete.

Creen, tienen fe en ese Dios que cumple lo que promete, que parece ausente y está presente, que da la vida para recobrarla después, que perdona siempre, que ama siempre, que siempre tiene las puertas abiertas, que no se reserva nada para sí y da todo lo que tiene, y deja que de su despensa coman todos, hombres y animales.

Es el Dios de la vida, que habla por sus criaturas, que todas sus criaturas participan de sus perfecciones, pues todas sus criaturas buenas o malas en algún momento de su vida conocen o dan, aunque sea un pequeño detalle de amor.

Abrahán no salió derecho, sino como cualquier hombre, haciendo de su camino un zigzag, pero iba guiado por mi luz, porque vivía el presente y no tenía prisa a pesar de tener 75 años cuando salió de su tierra, y en vez de ir corriendo como haríais ahora, no tuvo prisa, hacía el camino por etapas, vivía en mi presencia tratando de encontrarme en cada hombre que se acercara a su tienda.

Había escogido la libertad y no tenía prisa.

Abrahán sois todos sus descendientes, los hombres de fe guiados por mi luz.

Mi libro, la Biblia, es un verdadero zigzag, la vida de cada hombre que ha abierto camino, unos con más fe, otras con menos, es una pura equivocación, es como un borracho, de un lado para otro, como marionetas.

Unas veces guiados por el odio, otras por la envidia, otras por el poder, es vuestra historia, el hilo conductor o la materia prima soy yo, perdonando, a veces castigando, no yo personalmente, pero dejando a otros pueblos que los castigaran.

Iban abriendo camino, mi camino desde el principio fue derecho, pero mis renglones los torcían los hombres que son los que escriben su vida, y cuentan, unos como han descubierto a Dios, otros los atributos que han visto de él, otros como es.

Si uno por ejemplo ganaba una guerra, me veía como un Dios guerrero que había estado a su lado para darle la victoria, es lo que cada hombre piensa de mí, lo mismo que ahora, por eso en la Biblia todo está dicho, porque han hablado muchas generaciones que son la totalidad de los hombres, allí están vuestras luchas, vuestros castigos, vuestros destierros, vuestros desiertos, vuestras idolatrías, vuestros vicios, vuestros adulterios, vuestras violencias.

El hombre de todos los tiempos me mete a mí en su historia, unas veces ve que cumplo mis promesas, otras veces se hacen responsables de cumplir mis leyes. Si las cumplen les va bien y si no las cumplen les va mal, como ahora vosotros.

Pero todo eso es antiguo.

Yo soy el que dejó su tierra, el cielo, y me vine a la tierra a abriros el verdadero camino que los hombres con sus zigzag habían borrado, casi no había camino, habían borrado las huellas de mi Padre que era compasivo y misericordioso, lento, muy lento a la cólera y rico en perdón y en clemencia, y esas huellas estaban borradas con tanto sacrificio vació de contenido, de materia prima que era el amor, todo eso estaba olvidado, se habían llenado de poder religioso y eran hipócritas, llenos de ritos y cargas que llevaban los pobres por ellos.

Yo salí de mi tierra, elegí la libertad... Y venia guiada por la luz de mi Padre.

Mientras era demasiado pequeño, otra persona, mi Madre salió de su tierra, pero ya de otra manera, porque era preciso ir deprisa, apenas oyó el saludo, el anuncio del ángel y aceptó, y se arriesgó porque era la perfecta creyente, inocente, pura sin mancha, inmaculada, llena de vida, pues ya llevaba la vida dentro, y la vida hay que darla, hay que comunicarla, hay que transmitirla.

Aprisa salió de su tierra y se puso en camino.

Ya el mundo había recobrado la materia prima para construir, el amor, el amor hecho vida, por eso iba aprisa, el amor da alas, la nueva creación había empezado a hacer camino.

Y mientras yo era un niño y no sabía, ella lo hacia por mí.

Lo primero fue a comunicar el amor, el inicio de una nueva vida, por eso Isabel la llamó dichosa, porque había creído lo que le había dicho el Señor, que por boca de tantos creyentes se estaba cumpliendo.

Por eso mi Madre cantó el Magnificat, proclamando la grandeza del Señor que se había fijado en su humildad para llevar sus planes adelante, que iba a enaltecer a los pobres, que iba a derribar a los poderosos de sus tronos, y que iba a auxiliar a Israel, a todos los creyentes, porque se había acordado de su misericordia para siempre.

Ya era para siempre, ella lo sabía porque lo llevaba en sus entrañas.

A los hambrientos los iba a colmar de bienes y a los ricos los iba a despedir con las manos vacías.

Era el nuevo orden, el plan de Dios desde el principio, ahora sí, porque ella era inmaculada, sin mancha, no conocía el mal, por eso estaba preservada para ser la Madre de Dios.

Pronto se encontró con la realidad del nuevo camino que Dios había escogido para enseñar a los hombres.

Los caminos de Dios no son los caminos ni los pensamientos de los hombres.

El hombre que no tiene nada, que no posee nada en propiedad, ni la vida, ni la salud, ni la riqueza, ni nada en propiedad, quiere volverse contra Dios, y controlar con el poder y el dinero la vida de los pobres, como si le pertenecieran, y los hecha de su lado después de aprovecharse de ellos.

Y Dios se hace pobre, el más pobre de todos y nace en un establo de animales, ni siquiera en una casa humilde, y mi Madre sigue el plan de Dios, conoce el dolor y aprende, para después contármelo a mí, y así poder aprender y hablar de realidades a los hombres.

Ella por mí salió de su tierra y fue a otra tierra, la primera fue aprisa y llena de alegría, la segunda llena de dolor, tuvo que ver como los hombres empezaban a rechazar la vida antes de ver la luz de este mundo.

Después, mi Padre avisó a José del peligro que corría, por parte del poder que veía ya en mí siendo un recién nacido un peligro, una amenaza para él, y tuvo que dejar de nuevo su tierra y huir a Egipto para ponerme a salvo.

Después, mi Padre avisó a José del peligro que corría, por parte del poder que veía ya en mí siendo un recién nacido un peligro, una amenaza para él, y tuvo que dejar de nuevo su tierra y huir a Egipto para ponerme a salvo

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