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Mantuvimos la mirada unos segundos más, estaba claro que no me creía, pero no podía hacer nada para cambiarlo, no por ahora

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Mantuvimos la mirada unos segundos más, estaba claro que no me creía, pero no podía hacer nada para cambiarlo, no por ahora.
Papá se levanto, no sabía si estaba enojado o preocupado, era difícil saber que era lo que él sentía, siempre trataba de mantener sus emociones a raya, y en mis quince años de vida nunca había visto que su semblante tambaleara. Suponía que era parte de ser un guerrero.

Cuando estuvo en la puerta, me levante también, antes de que fuera con los demás, habló.

—Estoy preocupado, hijo... —Él miró al piso, buscando las palabras correctas—. No quiero que... —Y no supo que decir, sus labios se hicieron una línea fina; entonces me dio una última mirada— Sabes que no soy bueno con las palabras.

Asentí a lo que decía.

Trataba de ingeniar alguna respuesta que lo dejara satisfecho, pero simplemente nada salia, cerré y abrí la boca un par de veces, para al final quedarme callado y agachar la cabeza.

Papá me dio una caricia y antes de salir dio un último vistazo a mi estado.

—Prepara tus cosas, la ceremonia esta por comenzar.

—Sí, señor.

Finalmente se fue, y yo me deje caer al piso. ¿Cómo le pude mentir así a mi padre?

Cerré los ojos y respire profundo. Apenas comenzaba a sentirme nervioso sobre la ceremonia, no quería decepcionar al clan. Si todo salia bien esta noche, no tendría ningún impedimento para seguir con mis recorridos habituales y así poder revisar a Aroa.

¿Por qué me importa tanto?

¿Por qué no simplemente la traigo con los humanos?

Podría decirles y simplemente dejar que ellos decidan que hacer; después de todo ella era uno de ellos.

«Porque no se quien es ella. »

Decidí ir con mi abuela, ella me ayudaría a prepararme para la ceremonia, y tal vez podrí aclarar mis ideas. Una vez que llegue con ella, tomó mis manos, las suyas estaban cálidas y su solo tacto basto para calmarme. Tal vez soy demasiado obvio, o tal vez mi abuela me conoce demasiado bien.

—¿Qué pasa, Neteyam? —preguntó tomando mi mejilla.

Apoye mi cara en su mano, cerré los ojos y negué sonriendo.

—Solo estoy nervioso.

Aún sin verla supe que me regreso la sonrisa, y que tampoco me creía.

—Mi niño... sé que lo que te tiene así no es el ritual, nuestra Gran Madre nunca te ha causado ese tipo de sensaciones —hizo una pausa y puso su mano en mi pecho—. Parece que estas en una encrucijada entre lo que pasa aquí —Ella señalo mi pecho—. Y aquí —Luego señalo mi frente.

Seguí sin abrir mis ojos, si lo hacia me rompería a llorar en frente de ella. Pero no tenía ese derecho, no cuando el único que estaba tomando decisiones era yo. 
No solo estaba comprometiéndome, y a mi tribu, también la estaba comprometiendo a ella, a Aroa. Si había decidido ayudarla en un principio eso era lo que debía de hacer. Pero primero tendría que descubrir quien era Aroa.

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El eclipse estaba alcanzando su punto máximo, el pueblo estaba cantando al unísono, y esa era mi entrada; mi entrada para presentarme ante Eywa como el próximo líder.

El árbol de los espíritus se iluminaba alrededor de la tribu, manos, colas y brazos entrelazados se balanceaban de un lado a otro, las ramificaciones del árbol iban defendiendo hasta cubrirnos y mantenernos bajo su protección. A su vez, por encima de nuestras cabezas las ramas se abrían paso para dejar a la vista el eclipse, el más importante del año, denominado Tìrey (vida). 

Las lineas pintadas que iban desde mis brazos hasta la espalda comenzaron a iluminarse junto con el resto del paisaje, los sonidos de los animales parecían acompañar los cantos del pueblo, y de repente las estrellas se veían más brillantes. Entonces mi abuela habló.

—¡Oh Gran Madre! ¡Permítenos ayudar a cerrar tu ciclo energético! —Cantos y sonidos del bosque acompañaron aquellas palabras.

Y antes de poder conectarme con Eywa un destello nublo mis vista, y de repente estaba en el bosque, justo como el día que encontré a Aroa, un destello más me hizo verla en la cueva, mirando al cielo, el tercer destello me trajo de vuelta al árbol. Trate de disimular lo más posible, pero lo que sea que pasaba, mi abuela lo había sentido también.

—¡Gran Madre, te pido que ilumines el camino del joven guerrero que traemos frente a ti!

En seguida avance y conecte mi cola al árbol, pero no paso nada. Hasta que todo estuvo en silencio, no era solo yo, el bosque entero se había callado, y ahí las ramas descendieron aún más, mi abuela se detuvo, cerrando los ojos fuertemente. Pasaron unos segundos hasta que pude ver algo en la conexión, era... ¿yo? Pero no en mi hogar ni con mi familia, solo estaba yo. Sin dejarme de ver más la conexión pareció desvanecerse, y mientras se iba los sonidos regresaban, junto con una mirada preocupada de mi abuela.

—Oh, mi niño...

S T A R S | AUWhere stories live. Discover now