único

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    4270 palabras.

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    Conoció a Dabi un otoño de martes 13, y uno pensaría que la fecha no tiene nada que ver y que las supersticiones de los adultos son tonterías culturales; pero, lamentablemente, Dabi y la fecha de su primer encuentro era un mal augurio. Un augurio que lo arrastró poco a poco, pero eso viene después. Ahora, estábamos en una tarde de un martes cuyo clima podía hacer temblar a la personas más cálidas.

     La brisa fría llegaba al cuerpo de Tenko, ya de por sí frío como porcelana, congelándolo completamente. Se encogió en su gran abrigo, y escondió gran parte de su cara en la gran bufanda que le había hecho su madre. El camino hacia los dormitorios estaba solo en ese momento, el atardecer cayendo sobre el cielo creando unos hermosos colores que Tenko moriría por pintar, pero en estos momentos sus dedos estaban tan tiesos como piedra. Maldijo a su estúpida peculiaridad que no le dejaba usar guantes. Manos en un puño en el bolsillo del abrigo, nariz y orejas rojas por el clima. Tenko parecía un muñeco con todas las prendas que tenía, y ni siquiera era invierno, ¿qué demonios le pasaba al clima?

     Entró a los dormitorios y se fue directo al suyo, soplando su mano con su aliento caliente y frotando sin prestarle atención a su alrededor. Era muy malo que un artista tuviera las manos tan frías que ni se puedan flexionar, y más cuando tenía que terminar su boceto sobre anatomía humana, la fecha límite se acercaba y a Tenko aún le faltaban varias partes. Demasiado ocupado en el manga digital que subía cada 4 del mes, porque eso sí le daba dinero; no mucho, pero dinero al fin. Además que disfrutaba mucho la creación de personajes y el desarrollo de ellos.

     Apenas se había librado de un capitulo y ya pensaba en otro.

     Sintió tambalearse al golpearse contra algo al frente de él. Ah, no otra vez. Tan hundido en sus pensamientos que olvido que estaba caminando por un pasillo, por eso lo tenían como un torpe empedernido. Pero no tenía la culpa, pensaba demasiado y pensaba muy rápido, y la única manera de detenerlo era golpeándose contra algo —o rompiendo algo—. La cosa, no, la persona estiró un brazo sujetando el antebrazo de Tenko para evitar su caida, pero o la persona no era muy fuerte o la gravedad no ya había hecho su trabajo porque empeoró la situación, los dos cayendo así de lleno al suelo.

     El pelinegro, ahora podía decir Tenko, estaba con la cara pegada al pecho del peliazul pastel, sus piernas entrelazadas y... Oh, el extraño irradiaba calor de su cuerpo, literal era como si un calentador estuviese encima de él. Tenko jadeó levemente, y quería morirse tanto por hacerlo. Rápidamente se tapó la boca con ambas manos avergonzado. Estúpido extraño que tenía un calor irreal en su cuerpo, y estúpido su cuerpo por ser tan frío.

     —Aw, ronroneas como un lindo gatito —el pelinegro rió, levantándose del pecho de Tenko como si fuese lo más normal.

     Y entonces, Tenko se puso rojo y su corazón se aceleró. El maldito extraño era atractivo, y mucho. Su cabello negro hacia destacar su piel un poco bronceada, su cuello lleno de tatuajes que bajaban por el cuello de la camisa —y Tenko se regañó por querer ver  hasta donde llegaban—,  tenía un piercings por toda la cara, en la ceja, en  el labio, en la nariz, en las mejillas y en las orejas e injustamente no se veía mal, y sus ojos eran muy azules, como el océano después de una tormenta eléctrica o como si fuese la tormenta eléctrica, y... espera, espera...

     —¿Estás drogado? —preguntó, observando más de cerca los ojos rojos. Y podría pensar que estaba llorando, pero joder, no veía ni una pizca  de humedad pegajosa en su cara.

     Para sorpresa de Tenko, el extraño se rió perdidamente y se puso de rodillas admirándolo mejor. El extraño sonrió más —lo más que se podía sonreír estando drogado, y era mucho por alguna razón.

martes trece ;; shigadabiWhere stories live. Discover now