🚌Capítulo 1🚌

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—¡Por el festival! Los nervios del viaje son posteriores. Lo primero es lo primero y algo me dice que esta noche el amor va a llamar a tu puerta. —La miro de reojo y veo cómo esconde una sonrisilla.

—Ajusta la antena porque creo que no está cogiendo bien la señal. —Me río dando un toquecito en su frente.

Llegamos a la planta baja y salimos a la calle entre risas. Nos recibe un ambiente romántico y festivo con luces rosas y rojas; puestos de tiro de feria, explota el globo y pesca al pato; carritos de comida rápida y algodón de azúcar; un escenario con espectáculos, y una especie de tienda de campaña enorme de color morado cuya función desconozco.

Karina tira de mi mano para entremezclarnos con la gente que ya se encuentra disfrutando de las atracciones y, de un momento a otro, me encuentro dentro del fotomatón poniendo caras graciosas mientras el flash nos ciega cada dos segundos. Cogemos la tira de fotos al terminar la sesión y corremos hasta el puesto de los globos donde, obviamente, no nos llevamos el premio. Probamos suerte también con los patos o la escopeta, pero volvemos a perder nuestro dinero.

Cansadas y hambrientas, terminamos pidiendo un par de perritos calientes y nos sentamos en uno de los bancos para disfrutar del espectáculo. Hay un señor vestido de cupido que dispara flechas de juguete a la gente entre el público para emparejarles y, lentamente, huimos de allí cuando vemos que el arco está apuntando en nuestra dirección; más que nada porque la media de edad entre los allí presentes ronda los sesenta años y, aunque sería una buena forma de ganarnos la vida, no estamos buscando ningún sugar daddy por el momento.

Decidimos caminar hasta la misteriosa tienda de campaña morada y entrecierro mis ojos para leer lo que pone sobre la puerta de tela, donde un cartel reza: tarotista.

—¡Tienes que entrar! —grita Karina sobresaltándome.

—¡Ni de coña! Yo no creo en esas cosas.

—¿Qué más da? ¡Prueba! Te lo pago yo si quieres. —Me quedo pensativa ante su oferta.

—Que no, que no, que yo no entro ahí.

Siendo mi petición completamente ignorada, me veo empujada por la espalda hasta que una mujer algo extravagante con un turbante verde en su cabeza me recibe:

—¡Pasa, querida! ¡Pasa! Bienvenida a mi hogar de espiritualidad.

Me giro hacia mi amiga con cara de enfado y veo que se despide de mí con los pulgares en alto. En sus labios puedo leer la palabra "suerte".

La tienda está decorada de manera extravagante, repleta de atrapasueños que cuelgan del techo y con innumerables botes e inciensos apilados en estanterías. Huele a menta, y me fijo en que el refrescante aroma proviene de un cuenco donde hojas de la misma planta están quemándose y soltando humillo.

—Ven por aquí, toma asiento, preciosa —dice la tarotista acompañándome a la silla frente a su escritorio—. Y dime, querida, ¿qué es lo que te aturde? ¿Qué es lo que quieres saber?

—Bueno, yo en realidad...

—El amor. Sí, lo veo en tus ojos. Tienes dudas, muchas dudas sobre lo que te depara el futuro. —Veo cómo comienza a barajar un puñado de cartas—. Veamos.

Me concentro en su tarea. La tarotista coloca bocabajo las cartas ya barajadas y me anima a cortarlas. Las vuelve a recoger y las coloca en cuatro filas de cinco cartas y a un lateral coloca las dos restantes. Solo puedo verlas del revés, puesto que los dibujos, las letras y el número de la carta miran hacia ella.

—Bien, ¿cuál es tu nombre, querida?

No sé, dígamelo usted.

—Carolina —contesto recolocándome en mi asiento.

Lo predijeron las cartasWhere stories live. Discover now