32: El Plan Fénix

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Se sentían como si estuvieran atrapados en un vacío oscuro y frío donde no había emociones, compasión ni remordimientos. Sus seres interiores estaban dominados por la oscuridad pura y la sed de destrucción. No experimentaban amor, empatía o felicidad.

Claramente, este era un sueño frustrado. Mientras el Rey Demonio tuviera el corazón de ellos, traicionarlo les sería imposible.

Valdis gruñó y tiró su espada contra la piedra donde se sentó Orion, frustrado.

—¡Maldición! ¡Nuestro Rey no era así! ¡Él cambió cuando conoció a la señora Lumelis y ahora está cegado con su hija bastarda! ¡Antes nos prestaba atención y era un mejor líder!

—¿Celoso, Valdis? —rio Orion.

—¡Por supuesto que no! Para que todo sea como antes hay que matarla.

—¿Matarla? —preguntó Anarchy.

La cuestión le tomó por sorpresa a Valdis. Anarchy era insensato, pero benévolo a la vez.

—Si la matamos solo contribuiremos a que el Rey nos odie con todas sus fuerzas —expuso Orion—. Teivel, Lou, la Sacerdotisa del Manantial, la Demonio Suprema, la Princesa Demonio o como se llame ahora, es todo para él.

—Constituye su legado, Valdis —añadió el más tranquilo—. Ella pudo ser nuestra aliada, pero las cosas se salieron de control. Ahora está en la palma de la mano del Rey y está cegada por su misión: revivir a su madre y obtener la familia estable que siempre deseó.

—Ella no será la misma cuando la cumpla —expuso Valdis—. Habrá matado a los que fueron sus compañeros y eso la desestabilizará, sucumbiendo por completo ante la oscuridad en su corazón.

Orion bajó de la piedra y alzó sus alas, tumbándose de forma horizontal en el aire como si estuviese acostado en una nube invisible.

—Corazón… —musitó, sintiendo cómo el viento acariciaba su piel y hacía que su cabello danzase—. ¿Algún día recuperemos el nuestro?

—No tengo idea —dijo Valdis—. Oh.

Él desvió su mirada en otra dirección, viendo un cuerpo que se acercaba. Sus defensas bajaron cuando vio de quién se trataba.

—Hola, hermano —saludó fríamente Jela.

—Hola —respondió él al saludo.

—¿Qué sucedió? ¿Por qué volviste? ¿No te había dicho la nueva líder que te quedaras? —La sátira en sus palabras era casi palpable.

Jela, antes de responder las preguntas, se sentó en el suelo al lado de Anarchy, pero sin mirar las estrellas; apreciaba el campo de batalla como si fuese una pintura o un retrato colgado en una pared.

Los cadáveres estaban dispersos por doquier; desde quemados hasta aplastados. A los más reconocibles les faltaba uno que otro miembro, mientras que otros, los menos, eran solo un mazo de carne ensangrentada que si eran movidos probablemente se desintegrarían en el aire.

—Teivel me liberó y dijo que viniera a ayudarles —dijo la mujer—. ¿Dónde están los demonios menores?

—Por allá —señaló Orion a la lejanía, los demonios caminaban a paso lento y se veían tan pequeños como hormigas—. Jela, los guiamos para que arrasaran con un par de aldeas. Ahora comenzarán a atacar las más pobladas.

Los Ocho Valientes [Padamore 1]Where stories live. Discover now