Capítulo 187: Verano 1995: Sirius

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Remus entraría en razón. Vería que no había otra forma. Querría hacerlo por Harry.

Sirius no pudo evitar sonreír para sí mismo, al pensar en Harry. Ese niño increíble, brillante y valiente. James estaría tan orgulloso...

James, James, lo siento mucho…

Se estremeció, volvió a cerrar los ojos, preparándose para el frío. Deseaba tanto a Remus. No quería estar solo, no otra vez, por favor...

— ¿Todo bien? — dijo Grant, y paseó por la habitación como para recordarle a Sirius que no estaba solo en absoluto. Grant le sonrió alegremente cuando entró. Sirius lo miró con recelo. Siempre con una maldita sonrisa. Raro.

— Buenas tardes, — respondió Sirius, acentuando deliberadamente su saludo para contrarrestar el horrible acento inglés de Grant.

Sirius no había pasado nunca tiempo con muggles, incluso antes de Azkaban, y los encontraba confusos en el mejor de los casos; como una especie exótica. Y odiaba la alegría de Grant con cada centímetro de su ser.

— ¿Te sientes mejor?

Sirius gruñó sin comprometerse a responder. No vio que le debía ningún tipo de explicación a este hombre. Lo toleraba, por el bien de Remus, pero eso era todo.

— Es bueno oír eso, — asintió Grant, con hoyuelos en las mejillas.

Sirius pensó que debía ser increíblemente estúpido.

¡Limpia esa sonrisa tonta de tu cara! ladró el espectro de Walburga Black.

Sirius recordaba a Grant cuando era un adolescente, y ni siquiera había sido tan guapo en ese entonces. Quince años no habían mejorado en la línea de su cabello ni en su piel. Sirius no tenía ni idea de por qué Remus todavía estaba con Grant, y si era tan estúpido como lucía, entonces Sirius estaba aún más desconcertado en cuanto a por qué Moony lo querría cerca.

El Remus que él conocía, su Remus nunca soportaría a un tonto.

— Cuando regrese — decía Grant, ahora, todavía alegre, todavía sonriendo, mostrando los dientes torcidos y una cicatriz blanca en la comisura de la boca—, me iré.

— Oh, ok. — Sirius se encogió de hombros. Buscó algo que decir: — …necesitamos leche.

— No, — Grant se rió entre dientes, sacudiendo la cabeza ligeramente. Se sentó en la mesa de café, directamente enfrente de Sirius, tan cerca que sus rodillas casi se tocaron, y lo miró a los ojos, — No voy a ir a la tienda a comprar, quiero decir que, me voy.

— ¿Qué? — Sirius frunció el ceño, — ¿Por qué? ¿Remus te lo dijo? Porque si es así, no fue idea mía.

— Es mi idea, — dijo Grant, ya sin sonreír. Tenía los ojos cansados y Sirius se dio cuenta de que, aunque Grant estaba sonriendo, no estaba feliz. Estaba muy, muy triste. Sirius no sabía qué hacer al respecto; tenía sus propios problemas.

Grant siguió hablando, — Me di cuenta hace un tiempo. Cuando regresó de la escuela, todo nervioso por haberte visto otra vez. Creo que debí haberlo sabido entonces. Debería haberme ido, pero no podía dejarlo solo...

— Mira, no sé que piensas...

— Solo lo cuidé por ti, — dijo Grant, levantando una mano para mantener callado a Sirius, — Nunca he sido de él. Siempre has sido tú, todos estos años.

—Y, sin embargo, aquí estás. — Murmuró Sirius. Volvió a levantar las rodillas, cerrándolas hacia adentro. Quería que Grant simplemente se fuera, si se iba ir, bien; piérdete, pensó. Le hubiera gustado transformarse en Padfoot, pero sabía que no ayudaría en las cosas y le había prometido a Remus que no lo haría.

All the young dudes - españolWhere stories live. Discover now