𝑳𝒂 𝒍𝒖𝒛 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝑰𝒏𝒐𝒄𝒆𝒏𝒄𝒊𝒂

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      —¿Esto es todo? —preguntó Addam.
      —Tenía planeado mostrarte una última escena — dijo Begleter —, pero ocurrió esta mañana, no creo que la hayas olvidado aún…
      —Bernie no se merecía esto… cuánto lo siento… — dijo Addam.

De repente en medio del camino aparecieron entre la niebla ligera dos distinciones de luces, azul y roja, respectivamente y unas voces a lo lejos se escuchaban, en las cuales se podían distinguir el nombre de Addam, pero en un tono muy bajo.
      —Me llaman —dijo Addam—… ¿Quiénes son? No distingo de quienes pertenecen esas voces, se escucha muy lejano…
      —Eres muy joven, con alma —replicó Begleter—,  quiero disculparme por mis actitudes poco ortodoxas que usé anteriormente, pero no quería perder esta apuesta — añadió, flexionando sus rodillas para llegar a la altura de Addam.
Luego, las luces y gritos lejanos cesaron y la pareja continuó caminando. Mientras lo hacían, el brillo de la luna se hacía cada vez más y más brillante, y proporcionalmente a su brillo, se hacía más grande, hasta tal punto de parecer que su masa chocaba con la tierra y se veía cercana, Addam sentía que la podía tocar, pero de nuevo las luces y los llamados leves volvían, pero esta vez estaban a sus espaldas, por el lugar en el que habían cruzado. Entonces Addam recibió unas palabras de su acompañante que le harían pensar las cosas de sobremanera: “A tus espaldas está tu vida pasada, en la cual cometiste errores, pero gracias a esta pequeña caminata, has podido ver através de ellos y te has dado cuenta de lo que mal hiciste; es por ello, que te has ganado la luna. Pero, si tú deseas, puedes volver por donde has venido y mirar a los ojos a los que has hecho daño y sonsacar las palabras que tu moral ha maquinado últimamente, pero tendrás que ir con el paso de los largos años por la espera de tocar la luna.”.
Addam escuchaba un zumbido mientras trataba de tomar una decisión, hasta que vió la mano extendida de su compañero y comprendió que todo lo que había cometido quedaría en su mente si regresaba, pero que en la luna, sentiría un alivio que le liberaría finalmente de las ataduras que las acciones de su pasado habían hilado por el paso de los años. Cuando caminó más y más cerca de la luna, todo a sus espaldas se desvaneció y solo quedó el color blanco que provocaba el brillo esclarecedor y Begleter le sonrió mientras repetía constantemente “¡Gané la apuesta!”.




                                         Fin.

Una Caminata Navideña Where stories live. Discover now