Capítulo 5: El señor y la sumisa

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- ¡Jorge! - no se lo esperaba. Y fue más por la sorpresa que por el dolor. Sintió como una fina cadena resbalaba por su entrepecho, hasta quedar en un lateral de su cintura. Sintió los besos de Jorge, rodeando aquellas pequeñas pinzas que tiraban de sus sensibles pechos. - mierda...

- ¿Puede aguantarlo? - él seguía con el juego. ¿Quería que se trataran como dos completos desconocidos? Pues entonces que se preparara, porque ella también sabía jugar.

- Si... no se preocupe, puede seguir con lo suyo. - se mordió el labio. Jorge quedó sorprendido ante la respuesta. Martina le estaba siguiendo la corriente. Sintió como una ráfaga caliente bajaba hasta su polla. La observó, con los ojos vendados, esos labios carnosos, - que si se paraba a pensarlo, no los había besado aún, esa noche. - ese cuerpo casi desnudo... y las pinzas colgando de sus hermosos pechos. Atada, para él, a los barrotes de la cama.


Unas ganas inmensas de comérsela le entraron repentinamente. Como solía pasar. Se volvió a inclinar y mordió el cuello de Martina, dejando pequeñas marcas con sus dientes. Mientras sentía como debajo suyo, Martina rozaba con su cuerpo, el de él.

- Quiero tocarte. - susurró ella, sintiendo los besos de Jorge.

- No esta vez. - masculló Jorge, despegando sus bragas de su carne húmeda. Se las bajó de un tirón y volvió a subir las manos. - Señorita... - dijo pasando un par de dedos por su sexo que ya estaba completamente mojado. - está empapada.

- Haga algo al respeto. - dijo ella sonriendo. Jorge tiró de la cadena que sujetaba sus pezones. Martina jadeó de dolor. Sintió como Jorge colocaba algo frío en la entrada de su coño.

- ¿Qué es?

- Si vuelve a abrir la boca tendré que azotarla.-Martina se arqueó por sus palabras autoritarias.

- No lo dices enserio... - dijo entreabriendo la boca.

- Lo dicho... - Jorge le quitó las esposas. - Dese la vuelta. - le ordenó.

- ¿Mmh? - Martina aun no se lo tomaba en serio.

- No lo volveré a repetir. Cuanto más se tarde, más grande será el castigo.- Ella pensó que Jorge se estaba volviendo loco. Sonrió y se giró. ¿No la iba a azotar, verdad? Jorge la volvió a amarrar a los postes de la cama. Ahora la tenía a su disposición, dios santo, de espaldas, de rodillas. Sintió como ese tacto de antes, cuero, acariciaba una de sus nalgas. De repente, la azotó. Ella abrió la boca para quejarse.

- No chille, ni grite, ni proteste. - Ahora, el tacto frío de antes, se metió en su interior. ¿Jorge la estaba masturbando con un vibrador? Entreabrió la boca de nuevo. Era mejor cuando se metía él dentro, pero eso estaba de maravilla. Sin saber porque, sobre todo ahora, porque la nalga le picaba, a causa del azote de Jorge... con su querida correa. Jorge movió el consolador adentro y a fuera.

Martina gimoteó, moviéndose hacia a detrás.


- Eh, quieta. - le ordenó él. - ¿no querrá otro de estos, verdad? - dijo rozando

su látigo por su espalda desnuda. Lo pasó acariciando también sus pechos. Para entonces, Martina sintió como él mismo rozaba su muslo. Estaba

duro, muy duro.

-Jorge... - imploró. - fóllame ya.

- Shh... - ronroneó él, moviendo más rápido el chisme de goma. - cada cosa a

su tiempo.-Martina jadeó. Los dedos de Jorge la tocaban, acompasando los

movimientos de la otra mano, metiendo el aparatito sexual.

- Pero tú también quieres... - dijo ella.

- Si no se calla, no voy a darle lo que quiere... - sonrió Jorge. - al contrario,

tendrá otro castigo. Peor.-¿Peor? Jorge quitó el vibrador. Ella sintió como él rozaba su nariz, su boca, su barbilla por sus bajos... por su humedad. Se andaba con rodeos, no la succionaba, no le daba lo que necesitaba, y eso si era un castigo.

- ¡Hazlo ya! - se quejó Martina. Sintió como Jorge posaba su otra mano en su monte de Venus, mientras que su boca se hundía, bebiendo de su néctar. Susurró algo.

- Usted lo ha querido.-Otro azote. Pero este, en su vagina. Martina se mordió la mejilla para no gritar, del dolor, del placer, dios, sensaciones nuevas. Sintió el gusto metálico de sangre llenarle la boca. Sin pausa ni tregua, Jorge volvió a bofetear el mismo sitio. Martina gimió. Por un lado, él, él dándole sexo oral, él, sus labios, su boca, su sagrada lengua, sorbiendo de su propio cáliz. Por otro, las punzadas que ahora sentía en su pubis por los fuertes golpes. Se iba a correr, dios, se iba a correr.

- Ni se te ocurra. - masculló ahora él, separando sus labios del sexo empapado de Martina. - no puede correrse, no hasta que yo lo diga. Si no...

- sonrió. - será castigada, duramente.

Protegeme 3 - jortini (hot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora