Todos los alumnos se reúnen en el salón principal y miran la escena desde la ventana. Yo me abro paso entre la gente como puedo, pegando empujones y apartando a las personas con mis menudos brazos con el fin de llegar hasta alguna de las ventanas. Una vez lo consigo, me asomo lo más que puedo, y lo que contemplo es casi increíble.

Veo a Kay y los otros cuatro corriendo hacia el bosque cubiertos por unas capuchas negras, como si se tratara de una especie de capa, pero no van solos, tres personas más los acompañan e intuyo que son los que los han ayudado a salir de aquí. Sigo observando, y mi corazón se divide en dos; por un lado, me alegro de que lo estén haciendo y vayan a vivir sus vidas sin limitaciones ni reglas, pero por el otro, siento envidia, pero mas que envidia siento tristeza. El hecho de ver con mis propios ojos que esto es una realidad y que no veré a Kay nunca más me angustia demasiado. A esta mezcla de sentimientos me atrevo a sumarle la decepción, enfado y rencor que siento hacia Saskia. Se que ha hecho lo que se debería hacer, pero que haya contado lo de la fuga sabiendo que si los pillan están prácticamente muertos...Yo no hubiera sido capaz, o quizá simplemente no hubiera sido capaz porque es Kay quien está en el ajo. 

Cuando parece que todo está a punto de acabar, veo a la figura del Gobernador y de la Instructora Mathilda salir del internado, y no me sorprende ver a Saskia tras ellos dos, con la cabeza agachada y los brazos cruzados. Todo parece normal de momento, simplemente unos directores observando como cinco de sus alumnos consiguen escapar de las garras de este lugar, pero todo parece demasiado bonito para ser verdad, y no tardo en comprobar que no estoy equivocada.

-¡Mathilda ha sacado una escopeta!- dice una voz masculina con cierto entusiasmo. Yo, que estoy concentrada en como los chichos corren hacia el bosque, enfoco mi mirada en la Instructora, y los ojos se me abren de par en par cuando compruebo lo que acaban de decir.

Ella está sujetando una escopeta entre sus esqueléticas manos, y apunta directamente a los chicos. El estruendo del primer disparo hace que se me pare el corazón unos segundos. La bala atraviesa directamente el muslo derecho de uno de ellos, y aunque no los logro distinguir porque todos llevan la misma capa encima, juraría que la persona que ha empezado a rodar por el suelo es Anne, y compruebo que estoy en lo cierto cuando sus gritos, agudos y desgarradores comienzan a expandirse por el aire.

-¡Joder, le ha dado!- grita otra voz, esta vez femenina. 

-¿De verdad os parece gracioso?- pregunto en voz alta con un tono claramente nervioso y enfadado. - Panda de inútiles de mierda.- hasta yo misma me sorprendo con mis palabras, pues no recuerdo cuando fue la última vez que me atreví a decir una palabrota y mucho menos para insultar a alguien, pero parece que funciona cuando se hace de nuevo el silencio dentro del gran salón. 

Cuando mi concentración vuelve a la escena que está ocurriendo fuera, veo como todos tratan de levantar a Anne del suelo a duras penas, dejando un rastro de sangre por todo el césped. Otro disparo suena, y esta vez, la bala acaba atravesando el hombro de otro chico, y diría que no es ninguno del internado, sino de los que los ayudaron a escapar. 

Mientras todos van ralentizando su paso al ayudarse los unos a los otros, la Instructora y el Gobernador comienzan a avanzar a pasos agigantados hacia ellos con el revólver todavía apuntándoles. Sus brazos están firmes y no vacilan ni por un segundo. Y justo cuando veo que cada vez se acerca más, mi cuerpo, como si se gobernara por si solo, sale corriendo hacia el exterior hacia una velocidad que ni yo creía posible. No se qué estoy haciendo, siento que mis actos están sucediendo antes que mis pensamientos y eso me asusta porque no me siento capaz de controlarme; es la adrenalina la que controla mi cuerpo, no yo.

Salgo disparada por la puerta que lleva directamente al terreno donde está ocurriendo todo y en cada paso que doy, más cerca me encuentro de Saskia, la Instructora y el Gobernador. Ellos no me escuchan, pues el escándalo de los disparos y de los gritos opacan al completo mis pasos acelerados. Mientras más me acerco, menos se que hacer cuando los tenga de frente. ¿Qué pretendo? ¿Soltar un discurso para apaciguar las aguas? No, eso no va a servir de nada. De hecho, posiblemente me llevaría un balazo, pues estoy casi segura de Saskia ha contado que yo lo sabía todo y no dije nada.

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