- Llegas tarde.

Fue lo único que dijo el joven con la cara ligeramente rosada. Y Eijiro sonrió. Se puso de pie como pudo y trato de ya no jadear cuando beso la mejilla del cenizo.

- Perdón. - le dijo coqueto, lo que intensifico el rubor.

- Ya cállate y pon tu trasero en la mesa.

Con eso, el rubio camino a la cena y se sentó pulcro como siempre. En cambio, Eijiro permaneció para a un lado y con duda fingida.

- ¿En la mesa?

- La silla. Pon tu puto trasero en la silla.

- ¿Estás de mal humor?- preguntó una vez apenas tomo asiento.

No, Katsuki no estaba de mal humor. Estaba nervioso, muy nervioso. Y ese imbécil no ayudaba con su apariencia elegante y hermosas sonrisas. 

Solo de verlo quería arrancarle la cara, y no exactamente por enojo.

Trato de aplazar su pedida de matrimonio hasta que llegara el postre, donde justamente había escondido el anillo. Por muy cliché que le pareció la idea, Kaminari y Ochaco habían insistido de manera hostigadora, la única razón por la que aceptó esa idea ridícula era por recordar que Mina decía que era lo más romántica del mundo. Y con Katsuki y su personalidad escasamente romántica, seguir el consejo de su mejor amiga era lo más apropiado.

Hablaron trivialidades y pelearon de nuevo sobre la piña en la pizza. Nunca, en una buena cena, podía faltar esta estúpida pelea. Pero entre más rápido terminaban con el plato fuerte más nervioso estaba el rubio. 

De haber sido otras circunstancias no estaría tan inquiero, sin embrago, él y Eijiro ni siquiera eran una pareja. Sí, coqueteaban y todo, pero luego de esa noche en la mansión y un par de besos no se habían vuelto a tocar de tal manera. Con todo lo de su padre, Mina, Kyoko y el convenio entre ambas mafias, jamás formalizaron una relación y ahora estaban un par de bocado de unirse en "sagrado matrimonio". Eso si Kirishima decía que sí.

Cuando por fin dejaron sus postres en la mesa, Katsuki vio al pelirrojo devorar el pastel de chocolate, mientras esperaba a que el anillo interrumpiera la degustación y se arrodillara. No obstante, el pastel se terminó y Eijiro no hizo ni una cara.

¡¿se tragó el anillo sin darse cuenta?!

Con los ojos muy abiertos, el cenizo se puso a picotear su postre sin hallar nada. Tan concentrado estaba en encontrar el maldito aro de oro que no vio al pelirrojo ponerse de pie.

- ¿Bailamos?

El chico le extendía la mano y su celular reposaba sobre la mesa con say you won't let go sonando.

Le cogió la mano luego de dar una ojeaba al plato vacío de Eijiro. Este lo veía con ojos brillantes y se mecía de un lado a otro con pies torpes.

- Ni siquiera sabes bailar.

- Pero a ti te gusta.

Su voz se oyó extraña, pero sus palabras provocaron que su rostro se abochornara. 

Tal vez estaban bien como estaban. Que se perdiera el anillo debía significar algo. Quizá lo hubiera arruinado todo, quizá no era el momento.

Cerró los ojos y disfrutó la canción. Cuando relajó su mente, escuchó la letra y la tradujo en su mente. Hablaba sobre quedarse para siempre uno a lado del otro y más que conmoverlo, le dolió, porque era justo lo que quería.

El pelirrojo le dio una vuelta, pero sus manos no se volvieron a unir. Abrió los ojos y su pareja de baile estaba en el suelo.

Estaba de rodillas.

Un pequeño trato   [kiribaku]Where stories live. Discover now