El momento se torna apasionado en cuestión de segundos. Y quiero más. Mis caderas buscan mayor contacto con su miembro que está más que contento del roce. Sus manos sujetan mi cadera y me separan lentamente hasta perder todo contacto.

— ¿Quieres pasar de la cena o prefieres reservar algo para el postre? —sus ojos de repente vidriosos me dicen que pase de la cena. Pero quiero hacerlo bien. Y no parecer una buscona.

— Cenemos. Creo que el postre es siempre mejor.

Me besa en los labios con un suave toque y guarda los cascos. Luego entrelaza sus dedos con los mios en un gesto que me gusta demasiado y entramos a un restaurante precioso. Decorado de forma moderna, de colores claros y con un gusto exquisito. Parece de esos lugares que salen en las revistas. El mesero nos lleva a la mesa que tenemos reservada. Michael retira mi silla como todo un caballero y mientras me río por el gesto, me siento.

Al cabo de un rato hemos terminado de comer. Los platos eran visualmente una pasada pero en cuanto a contenido... me he quedado con hambre. No me importa, después del beso de antes solo quiero acabar en una cama con Michael y demostrarme a mí misma que la vida que tenía ya no está. Que puedo ser una persona normal, con una vida normal y una pareja normal. Después podré buscar a mis padres y decirles que estoy bien, viva, que tengo una buena vida.

Tras la cena, Michael me lleva a su casa. Es un piso pequeño, mucho. Solo tiene una habitación pero es lo que puede permitirse con su sueldo de la universidad. Tiene pocos muebles, pero se nota muy ordenado y muy limpio.

— No esperaba visita —dice recogiendo un vaso sucio de la mesa del salón y un par de papeles.

— No pasa nada — le resto importancia.

Tomo su mano y le atraigo hacia mi. De repente terminar lo que he empezado se me antoja urgente. Junto mis labios con los suyos y me dejo llevar por la pasión.

Cuando me quiero dar cuenta sus suaves manos han subido mi vestido hasta la cintura y el fino tanga está empapado mientras me acorrala contra la puerta de la habitación y nos besamos con desespero.

— Eres preciosa Lina —me dice. Me sabe tan mal mentirle. Quién sabe, quizá algún día pueda contarle mi verdad.

— Me gustas mucho Michael.

Y no podemos volver a hablar. Nuestros labios parecen haber sido pegados con pegamento. Le quito la camiseta con arrojo, con mis manos recorro todo su pecho y su abdomen. Abro sus vaqueros y meto la mano. Es más pequeña que la de Gabriel, pero está más que preparada para lo que viene.

Sus manos se cuelan bajo la tela elástica de mi vestido y lo suben rozando la piel de mis costados. Levantó mis brazos y le dejo quitarme el trozo de tela. Mira hacia mis senos y se queda fijamente mirando algunas de las cicatrices que dibujan mi torso. Así como la cicatriz de mi cesárea. Me separo de él y cojo corriendo el vestido del suelo para taparme.

Esto no tendría que haber pasado, no había pensado en qué pasaría cuando alguien como él viese mi cuerpo desnudo. Su mano sujeta mi brazo. Y tira de mí.

— ¿Qué haces?

— Esto es un error, no debí pensar... — le digo sin siquiera mirarle.

— Eh, eh —sus manos sujetan mi cara y acunan mis mejillas mirándome fijamente a los ojos—, siento si te has sentido mal, no lo pretendía. Si no quieres contarme lo que te han hecho o lo que te ha pasado no lo hagas. Pero no te alejes.

Agacho la cara pero vuelve a levantarla juntando sus labios de nuevo a los míos. Su mano sujeta mi vestido y estira de él para devolverlo al suelo. Luego con sus brazos me levanta y mis piernas rodean su cintura por inercia. Me lleva hasta la cama y me tumba despacio.

El beso ya no es hambriento, es más pausado, más delicado. Sus manos recorren mi abdomen hasta llegar a mis pechos. Los sujeta y los saca del sostén. Baja con su boca por mi cuello repartiendo suaves besos por su camino. Llega al pecho y lame mis pezones. Primero uno y luego el otro. Gimo y me arqueo buscando más. Sus manos recorren todo mi cuerpo. Una de ellas se cuela bajo la tela del tanga y sin esperarlo introduce uno de sus dedos en mi interior.

Muevo mis caderas al ritmo que mueve su dedo, y su boca, cada vez muerde y lame mi pecho con más vehemencia. Con mis manos agarro los rizos suaves de su pelo y tiro de él hacia arriba para buscar sus besos de nuevo. Luego aprovecho para terminar de quitarle los vaqueros y el bóxer.

Paramos un segundo y de la mesilla saca un preservativo, se lo coloca y entra en mi interior con premura. El gemido que sale de mi boca me hace arquearme más.

— Eres maravillosa Lina, preciosa... —jadea y me besa cada vez con más ansia.

Entra y sale, entra y sale y yo pego mi cuerpo al suyo abrazándome a su torso. Con mi cadera ayudo que se excite cada vez más.

— ¡Dios! Voy a correrme preciosa, ¡Voy a correrme!

Le asiento con la cabeza mientras miro sus preciosos ojos abiertos. Siento un calor subir por todo mi cuerpo y justo cuando tiemblo él lo hace conmigo y noto como de desinfla en mi interior.

Sin salir de mí vuelve a besarme y rueda conmigo para quedar yo encima. Sin romper el beso. Me acaricia la cara y sujeta mi nuca para que no podamos separarnos. Es dulce y amable con sus caricias y me hace sentir realmente especial.

— Ha sido genial —dice entre suspiros cuando paramos de besarnos. Le sonrío con timidez.

— Gracias Michael, ¿Te ha gustado de verdad?

— Claro que sí, preciosa — me besa un par de veces más y sale de mi interior.

Cierro los ojos y sonrío para mí misma. Realmente el sexo puede ser muy placentero si saben cómo hacerlo y si es algo de dos. Creo que es mejor de lo que pensaba. Aunque ahora me siento sucia, huele igual que cuando se corrían sobre mi cuerpo para después golpearme y abusar de mi uno detrás de otro. Aún debo luchar contra la sensación de agonía que me produce pensar que en cualquier momento puede ser Klaüs o sus secuaces los que acabarán con mi sueño y me despertaré entre sangre y moratones.

Pero gracias a Dios, abro los ojos y miro hacia la puerta del baño donde Michael se lava. Voy corriendo tras él y abro el grifo de la ducha.

— ¿Te apetece una ducha? —le digo con mi mejor sonrisa. Debo quitarme esta sensación desagradable del cuerpo. Necesito lavarme.

— Claro —tira mi mano entre las suyas y entramos a la ducha juntos.

No es muy grande, pero lo suficiente para poder enjabonarnos y besarnos de vez en cuando. Salimos y me tiende una toalla limpia. Con ella seco bien mi cuerpo quitando la sensación y el olor nauseabundo de mi cuerpo.

— ¿Tienes cepillo de dientes? —le pregunto.

Me mira extrañado pero me da uno nuevo. Me cepillo y me peino el pelo. Salgo del baño envuelta en una toalla y Michael está sentado en la cama mirándome.

— ¿Estás bien? —me pregunta tendiéndome la mano para que me siente en su regazo.

— Muy bien — le digo y beso sus labios.

— ¿Quieres quedarte a dormir? —sus palabras me reconfortan. No quiere que me vaya. Y eso es buena señal.

Dormimos abrazados, casi como las parejas que salen en las pelis. Es agradable y me gusta. Solo espero que esta sensación tan agradable dure mucho tiempo. Algo me dice que no me acostumbre a esto.

 Algo me dice que no me acostumbre a esto

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Blood White I (La historia de Bianca) #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora